viernes, 25 de junio de 2021

Por una ley de la eutanasia del siglo XXI sin restricciones

 

 

martes, 18 de febrero de 2020

POR UNA LEY DE EUTANASIA DEL SIGLO 21 SIN RESTRICCIONES

 Lee despacio la carta, Nicolás, y con la máxima tolerancia que puedas. La misma  que les pido a los lectores.

Lo digo, porque es un tema muy sensible, todavía con demasiados prejuicios, rechazos, estigmatizaciones, tabúes... por más que las encuestas digan que el 80% de la ciudadanía estamos a favor de la eutanasia. Así, pues cuanto mayor sea la tolerancia y el respeto al abordar este asunto, mucho mejor para la convivencia de todas y todos y, por ende, para alcanzar el máximo consenso posible en un tema tan sensible.

Empiezo reproduciendo un post que he colgado en mi FB: “Igual de vital  e inalienable es la libertad individual para vivir que para morir. O la Eutanasia parte de ahí, o se quedará en una mera ley suavizada de "cuidados paliativos". Pincha en "leer más" para seguir leyendo la carta.

Es preciso profundizar más en el mensaje. Lo haré con respeto, pero sin prejuicios y con valentía, llamando las cosas por su nombre y con el sano deseo de poner un grano de arena, en el sentido de que vayan perdiendo fuerza los tabúes y los estigmas, que no dejan de ser reminiscencias opuestas a la libertad individual, al sentido común y a las ideas razonadas.

Empiezo por mostrarme como soy que, en forma de mensaje, consta en la cabecera de mi blog: “Ni de derechas, ni de izquierdas. Ni equidistante. Mejor de delante. Mejor multirupturista democrático” Así mismo, no me siento ni ateo, ni creyente. Me siento y soy agnóstico, no tanto por convencimiento, como por considerar que para ser justo, honesto, digno  y  buena persona, tanto individual como socialmente, que es lo que intento, no preciso de creencias añadidas, porque me basta y me sobra con ser lo más fiel posible a los principios descritos, que son los que de verdad me atraen; aunque a buen seguro que fallaré muchas veces. 

Una Ley que dé respuesta a los retos actuales

La Eutanasia, Nicolás, es un tema de especial relevancia social y de rabiosa actualidad, porque es ahora, y no antes ni después, cuando se aprobará la Ley que, a juzgar por el anteproyecto presentado por el PSOE, es restrictiva y no acorde con la realidad del siglo XXI

Para mí, la libertad plena para vivir o para morir es un derecho privado inalienable de cada persona. Un asunto íntimo y personalísimo de cada ser humano. Nada ni nadie, que no sea la propia persona, tiene el menor derecho a inmiscuirse en esa privacidad, tanto para ejercer su libertad de vivir como de morir. Sin embargo, cambia mucho de que la ley recoja plenamente estos principios a que les ponga restricciones,. Y es que la ley se utiliza después por las malas gentes con mando en tropa como herramienta para condicionar  y desnaturalizar la conciencia de la gente, con el fin de que sigamos, en el fondo, con los mismos estigmas y rechazo a la eutanasia

El mismo respeto tengo,  Nicolás, hacia quienes por razones ideológicas o religiosas defienden su derecho personal a la vida en cualquier circunstancia, que el que pido para mí,  que no lo baso en ningún principio ideológico o religioso externo a mi persona.

Si lo vemos desde la óptica de la opinión pública, entre el 75 y el 80% de la ciudadanía española es favorable a una Ley de Eutanasia, a tenor de la media de todas las encuestas que se conocen. Luego, por este lado, no caben objeciones al sentir mayoritario.

Pero con ese sentir general, a mi juicio, no basta, Es trascendental aterrizar en la realidad y demandar que la Ley recoja adecuadamente los supuestos que las circunstancias exijan, incluidas las nuevas demandas que ha puesto de manifiesto por el alargamiento de la esperanza de vida y otras causas, que suponen un salto cuantitativo colosal; impensable hace tan solo cincuenta años.

Tales son, al menos: los llamados comúnmente infartos cerebrales y los casos de alzhéimer severo, que dejan a muchas decenas de miles de personas con una vida fisiológica pero en estado de absoluta enajenación sensitiva, emocional y cognoscitiva para vivir. Son las personas que decimos en el lenguaje común: “Se ha ido de la cabeza”, “no conoce a nadie”, “no percibe ni trasmite emociones”, “es como un vegetal” 

Obviamente, esas personas viven fisiológicamente, pero están muertas en el sentido más elemental de lo que entendemos por vida humana. Son, por decirlo gráficamente, seres humanos muertos vegetando y creando problemas y sufrimientos innecesarios a las personas vivas de su  entorno más cercano y querido.

No obstante, esas personas sólo pueden decidir lo que quieren hacer con su vida a priori, cuando aún están en pleno uso de sus facultades mentales, o sea, antes de tener la posible enfermedad enajenativa y, por lo mismo, es necesario que cuando se apruebe la eutanasia se derogue el actual testamento vital restrictivo y se sustituya por otro nuevo que recoja el derecho a morir en el caso de enajenación mental irreversible. También es evidente, que las personas representantes de esa voluntad testamental no deben ser familia en primero, segundo y tercer grado.

Aunque el día de mañana, uno mismo pueda morir de otra cosa, no por ello ignoro que, hoy por hoy, estoy en el grupo de riesgo de los que nos puede dar un arrechucho que nos deje en estado vegetativo; que  es el único estado de vida que NO asumo. Es superior a mis fuerzas y me sentiría inmensa feliz tan pronto como tuviera ese nuevo testamento vital que me diera la garantía de que mi derecho a renunciar a vivir en esos supuestos. Consecuencia de mi forma de pensar, me he interesado muchísimo en preguntar que piensa la gente  en estos supuestos y, salvo los casos que por cuestiones religiosas dejan el designio de su muerte en manos Dios, no he encontrado a nadie que discrepe  de mi opinión. E, igualmente, todas las personas consultadas me dicen que se sentirían  mucho más serenas y felices con un testamento vital como el descrito.

No quiero inspirar la más mínima compasión de nadie, aunque esté en el paquete de los que corren uno de los dos riesgos citados, máxime cuando he comprobado por mi mismo  las dos veces que el peligro real me ha pisado los talones -una a los 20 años por el tifus y otra a los 72 por un ictus que me dio fuerte- que a la muerte le tengo CERO miedo, pero en cambio, me da pavor quedar vivo fisiológicamente, pero en estado vegetativo. Por eso, es necesario un nuevo testamento vital, que avalara el derecho a morir, si se diera el caso de perder la cabeza y ser una especie de muerto entre los vivos. Sin duda que seríamos cientos de miles de personas que nos acogeríamos a él por si las moscas. Estamos en el siglo XXI y los y las diputadas que aprueben la ley tienen el deber de resolver esta realidad. 

Sobre el derecho asistido al suicidio.

Ya sé que esto suena fuerte, que en muchísimas personas es un tema tabú; sin embargo, nadie puede negar que esa realidad social está ahí.  En España sin ir más lejos se sobrepasan los DIEZ suicidios por día. ¿Y qué estamos haciendo por evitar este chorreo diario de muertes humanas? Seamos sinceros: NADA. O peor aún: crear un ambiente morboso de rechazo y estigmatización. (sálvense las excepciones, que hay muchas). Todas las personas sabemos que el suicidio es lo último que deseamos; pero todas conocemos igualmente, que el dolor de una madre por la muerte de un hijo, el hundimiento por vivir con una enfermedad incurable, El bullying en las clases, la ruina de un negocio, la imposibilidad de tener un trabajo, la caída en la indigencia y otras causas, pueden sumir a las personas en crisis muy agudas que les puede llevar a la pérdida total del deseo a vivir y llegar a sentir unas ansias incontroladas por morir; es decir, por el suicidio

Y esas personas no son ni me mejores ni peores que nosotros; simplemente, que sus circunstancias particulares les han llevado a situaciones extremas. Ante estos dramas, lo que procede si de verdad nos consideramos seres verdaderamente humanos y solidarios, es hacer lo posible, cuando aún se está a tiempo, por comprender y ayudar a salir del trance. Pero eso es imposible hacerlo si seguimos con los tabúes,  descalificaciones sociales, rechazos, etc, a estas personas que, desesperadas, eligen estas formas de morir. Repito: SON PERSONAS. Debería causarnos más dolor, respeto y comprensión estos suicidios en líneas generales, que las que llamamos muertes naturales. A mí sí me lo causa. 

Hay dos hechos muy reveladores que refuerzan lo que digo. En Alemania, que fue tolerado el suicido asistido; las muertes por esta causa eran muchísimas menos, que las que se dan desde hace cuatro años que pasó a ilegalizarse de nuevo.  Sin embargo en Suiza, que está admitido y que se han reconocido legalmente a dos asociaciones para atender  el derecho al suicidio asistido a quien lo solicite., llama poderosamente la atención que casi las tres cuartas partes que se acogieron a este derecho, desistieron finalmente de suicidarse. Esas asociaciones atienden a personas de cualquier país, si bien las asistencias a morir de países extranjeros son más caros. Pero sólo puede calificarse de gran éxito que el último año que publicaron datos, los que acudieron a poner fin a su vida a través del derecho asistido fueron 3.000 y los que finalmente lo llevaron a la práctica fueron 815; es decir, se evitaron casi las tres cuartas partes de suicidios, que de otra manera, hubieran sido todos inevitables.

Y es que  se entiende que el que llega para suicidarse lo hace en su momento más crítico y desesperante, cuando ya no puede más; pero como después se les dice que el suicidio no tiene por qué ser inmediato y tienen tiempo para pensarlo, pues con ello se logra un efecto milagro la mayor parte de las veces. Consiste en que tienen especialistas muy preparados, que aprovechan a fondo ese alargue de tiempo, para ir rebajando la ansiedad por suicidarse y el resultado es que casi las tres cuartas partes acaban desistiendo. Esta realidad, aparte de ser una conclusión lógica, es también  y sobre todo, la conclusión a la que han llegado los estudiosos  y expertos de este fenómeno. En definitiva que la experiencia de Suiza del derecho al suicidio que se hizo para reducir los mismos, ha sido un éxito total del que ningún otro país puede presumir. 

Más aún: En Suiza, que es el país del mundo donde más se combina la democracia representativa con la democracia directa y vinculante de abajo a arriba, ya se han hecho dos referéndum, promovidos por los que están contra el suicidio asistido y, en ambos casos, el NO a suprimirlo, ha triunfado de forma apabullante con más del 80% de los votos en ambos casos. Bien, muy bien, por los suizos, que cogen el toro por los cuernos y evitan suicidios . Mal, muy mal, por nosotros y por muchos países más, que por prejuicios y tabúes, no los evitamos.

Y no se olvide: TOLERANCIA MÁXIMA, que la eutanasia  respeta al cien por cien el el derecho a vivir y a nadie obliga ni incita  a morir.

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