miércoles, 6 de abril de 2011

Deslealtad y oportunismo


El domingo de buena mañana, Nicolás, estaba escribiéndote unos renglones para darte mi opinión acerca de lo oportunista y desleal que me ha parecido la actitud de los varones y dirigentes socialistas hacia Zapatero, cuando recibo una llamada desde un teléfono privado de un tal Javier, que dice llamar desde Azuqueca de Henares y formar parte de un “grupo de amigos del Presidente Sr. Barreda”.

El motivo de su llamada, me dijo el tal Javier, era que estaban contactando con los ciudadanos para conocer, a modo de sondeo, el grado de aceptación que tenía el Sr. Barreda en la región. Sin embargo, al manifestarle ciertos desacuerdos con la política del Presidente, Javier se empleó a fondo para intentar convencerme de que estaba siendo un excelente Presidente para Castilla-La Mancha, de donde deduzco, o mejor dicho: afirmo, que no se trataba de un sondeo, sino de una artimaña, seguramente ilegal, de hacer propaganda electoral pura y dura antes del inicio oficial de la campaña. No he mirado la Ley electoral ni he consultado a ningún abogado, pero dudo, Nicolás, que esto sea legal.

La carta que interrumpí y que hoy reanudo, Nicolás, también tiene al Sr Barreda como uno de los primeros y más destacados protagonistas de deslealtad a Zapatero, para quien el Presidente viene siendo desde hace tiempo una especie de apestado político que no puede aparecer por sus dominios castellano-manchegos a fin de no complicar su candidatura a la Presidencia de la Comunidad Autónoma.

Fue evidente que a la Ejecutiva Socialista del día dos de abril acudieron muchos varones y dirigentes socialistas a celebrar la liquidación política de Zapatero. Sí, bien digo: a celebrar. Sólo había que ver las caras de contento contenido de muchos de ellos, pero ninguno como Barreda, que cuando los medios informativos le pusieron la alcachofa por delante, no tuvo ningún rubor en empezar sus declaraciones exteriorizando públicamente su alegría (“hoy estoy muy contento de…”).

La gran crisis internacional, más la española del ladrillo y la desmoralización y miedo que ambas producen por sí mismas en la población, sumado al diagnóstico tardío y malo que el gobierno hizo de las mismas, a la ausencia de un pacto de estado que ayudara a recuperar confianza de la ciudadanía, a los constantes desaciertos e improvisaciones del gobierno, a la decisión de aplicar medidas duras e injustas contra las capas sociales más desfavorecidas, todas ellas evitables y perfectamente sustituibles por otras distintas en clave socialdemócrata (te debo una carta, Nicolás, a este respecto) y a la desmedida campaña del partido popular personalizándolo todo en Zapatero, han sido, a mi juicio, los elementos determinantes del hundimiento de la imagen del Presidente.

El porcentaje de impopularidad de Zapatero ha sobrepasado al de cualquier otro presidente del país en sus momentos más bajos. Y ello, a pesar de haber iniciado su segunda legislatura con un bagaje de prestigio impresionante, concretado en once millones de votos recibidos de la ciudadanía; respaldo que, en mi opinión, era la consecuencia lógica de ser el único presidente de la democracia que si no en todo, sí en materia de reformas sociales y ampliación de los derechos civiles, se aproximó bastante a lo que puede ser una política de izquierdas en su primera legislatura.

Pero si bien es cierto que Zapatero llegó a un estado de agonía política, principalmente por todo lo descrito, no lo es menos que los desmarques de varones y dirigentes socialistas, según el Presidente iba perdiendo su buena estrella, han resultado definitivos para darle la puntilla. Tras esas oportunistas deslealtades que iban en aumento, no le quedaba a Zapatero ninguna opción para volver a presentarse, pues no creo que nadie esté en condiciones de dirigir un partido y un gobierno, cuando sus propios compañeros le ponen vetos para acudir a las CCAA donde ellos gobiernan o para exponer en primera persona las acciones del gobierno que preside. Zapatero podría afrontar mejor o peor las exacerbadas y constantes críticas del PP, pero ni él ni nadie pueden tener la capacidad de soportar el bloqueo y arrinconamiento de sus propios compañeros. No es posible hacer nada cuando son los tuyos los que te ponen palos en las ruedas y te siegan la hierba bajo los pies.

No te estaría hablando de deslealtad y oportunismo, Nicolás, si los desmarques de los varones y dirigentes socialistas con el Presidente, vinieran motivados por diferencias políticas; al contrario, los justificaría y aplaudiría y no sólo por lo sano y necesario que me parece en sí mismo el derecho a discrepar, si no por lo bueno que sería para el país que hubiera dirigentes dentro del partido gobernante que defienden una política mejor que la actual. Pero no es el caso lamentablemente, porque todos comparten públicamente y sin fisuras la misma política, por cuya razón, desde la honestidad política no tienen argumento alguno para el desmarque, sino para la lealtad y solidaridad con el Presidente, para compartir públicamente la responsabilidad con él y para pedirle que continúe, ya que su desgaste proviene de defender una política que todos comparten.

Se que lo dicho hasta aquí, sólo atañe a las formas, que en este caso han sido desleales y oportunistas y que el problema de fondo, que nadie puso sobre el tapete en la Ejecutiva Socialista, es que PSOE en esta segunda legislatura ha decepcionado a una parte considerable de los once millones de personas que lo votaron en 2011 y, ese voto, no lo recuperarán con desmarques vacíos de contenido ni cambiando de líder, sino cambiando de política; empezando por hacer una fuerte y sincera autocrítica por las duras e innecesarias medidas tomadas contra las capas populares de la población, derogándolas inmediatamente y cambiándolas por otras que no afecten negativamente a los más desfavorecidos; lo cual, no sólo es posible, sino lo único que le cabe hacer a un partido socialdemócrata, no ya para intentar mejorar sus encuestas, que por supuesto, si no para no liquidar definitivamente su ideario político.

No hay comentarios:

Publicar un comentario