viernes, 9 de marzo de 2012

Razones de mi conclusión de la carta anterior



Te decía en la anterior, Nicolás, que en esta te daría las razones del porqué de la conclusión que te adelante en la misma. Entre esas razones no hay ninguna, que yo vea, que se deba a méritos del PP. Tampoco comparto la idea de que la principal causa de la debacle del PSOE se deba a la crisis en sí, que es la rueda de molino con la que quieren hacernos comulgar aún los socialistas.

Tan escandalosa diferencia de 21,9 puntos está cimentada ante todo, en los propios deméritos del PSOE ante su electorado más de izquierdas o avanzado. Principalmente estos: pérdida de efectividad de algunas consignas electorales que en otro tiempo hicieron fortuna, pésima gobernabilidad de la segunda legislatura, derechización pura y dura del partido traicionando su ideario social demócrata y no haber rectificado en el congreso de Sevilla.

La pobrísima y cada vez más desgastada cantinela de que hay que votar PSOE, porque es peor el PP, esgrimida por los socialistas como principal razón para votarles, ha sido minimizada hasta la saciedad en las redes sociales y en la calle a partir del 15-M, donde centeneras de miles de veces se ha escrito y se ha gritado eso de: PP y PSOE la misma mierda es, que no deja de ser una manera de decirle a los socialistas, que no se enrollen con una consigna tan desesperanzadora e inmovilista y que den razones propias, estimulantes y de peso para votarles.

A lo anterior hay que agregar, el daño que le ha hecho al PSOE el desenmascaramiento constante que se ha venido haciendo a partir del 15-M del antidemocrático sistema electoral, ya que ha servido para que muchos votantes de izquierdas hayan acabado siendo plenamente conscientes, que también su voto podía ser útil sin votar al PSOE y que si no lo es, no se debe a que no haya votos suficientes para una verdadera opción de izquierdas, que cuente e influya y condicione en el Parlamento, sino a que el propio PSOE en alianza con el PP se lo están impidiendo con el sistema electoral antidemocrático que se han montado, precisamente para impedir por ley que prospere cualquier opción por sus costados.

Otras causas que han influido en el desgaste electoral socialista han sido: la tardanza en reconocer la crisis y una vez reconocida, el delirante ilusionismo trasmitido desde el Gobierno de que empezaríamos a remontar al trimestre siguiente, cantinela que nos vinieron repitiendo durante más de dos años seguidos, mientras la crisis iba a peor. Esto creaba una imagen paupérrima del Gobierno y trasmitía la impresión de que quienes menos se enteraban de lo que estaba pasando eran los que se reunían cada viernes en La Moncloa.

Un Ejecutivo en fuera de juego respecto a la crisis, no podía sino cometer desatinos y torpezas, saliendo de ese desconcierto los infumables Planes Locales de Zapatero (las consecuencias todavía se siguen pagando) llegándose a gastar inútil e innecesariamente trece mil millones de euros en acciones secundarias, prescindibles e improductivas que no dejaban empleo detrás. Estas actuaciones se pueden entender en tiempos de bonanza, pero en medio de una crisis y con tanto paro, no cabía otro Plan de ayuda pública que no fuera el destinado al cien por cien a apoyar iniciativas productivas y generadoras de empleo.

Otro desatino del Gobierno y de la dirección del PSOE, más imperdonable que el anterior, fue el de pretender gobernar en solitario como si fueran tiempos normales, en vez de apelar a la necesidad de un Pacto de Estado que generara confianza en la población y ayudara a salir de la crisis. La prueba de la importancia social de una propuesta así, la tenemos en que cuando ese pacto lo propuso Durán i Lleida, su imagen subió como la espuma y pasó de repente a ser el político más valorado durante varias semanas seguidas. Si eso lo hubiera estado proponiendo el Gobierno y, además, de forma constante como era su ineludible deber, sobre el Ejecutivo hubieran repercutido, y con creces, los reconocimientos y méritos que se llevó el político catalán y si, en esas, el PP no se hubiera sumado, al menos habría sufrido el descrédito que así le ha evitado el propio Partido Socialista.

Lo dicho hasta aquí, si se pudiera medir en número de desafectos al PSOE, no creo que supusiera ni siquiera la cuarta parte de los millones de votantes que le echaron la espalda. Pero los he traído a colación, para que luego, Nico, no me taches de simplista y de que no toqué todas las posibles causas de la debacle electoral socialista.

Lo que verdaderamente decepcionó y dejó estupefactos a millones de votantes de izquierda e hizo que este partido hundiera de súbito y por completo sus perspectivas electorales, acaeció cuando le leen la cartilla a Zapatero en Bruselas y al regreso a España, él y su Gobierno deciden apresurados y sin ningún debate, pasar a aplicar inmediatamente una política de reducción de gastos al estilo puro y duro de la derecha y renunciando por entero a sus postulados socialdemócratas.

En un santiamén, aplican un gran recorte de dieciséis mil millones de euros , que los hacen

recaer desde el primer céntimo al último sobre las espaldas de sectores desfavorecidos de la sociedad, al mismo tiempo que abaratan sustancialmente el despido e inyectan dinero público a la banca, sin exigirle a cambio la contrapartida de la concesión de créditos a todas las empresas en apuros y a todas las iniciativas productivas, ni sin poner tampoco la condición, siquiera fuera por decencia democrática, de que los bancos beneficiados les rebajaran sustancialmente a sus ejecutivos los escandalosos sueldos que cobran.

Y con este bagaje de desméritos y esa gran derechización, Nicolás, concurren los socialistas a las elecciones, cosechando los desastrosos, pero merecidos, resultados que todos conocemos.

Faltaba saber aún qué haría el PSOE tras su debacle

Pero esta historia de derechización del PSOE y de abandono de las señas de identidad socialdemócratas no había acabado de escribirse todavía, sino que faltaba saber, si tras elecciones, los socialistas iban a seguir encastillados en lo mismo o si, por el contrario, harían una profunda autocrítica, pedirían perdón públicamente, abrirían un debate real y visualizable que indicara con claridad que retornaban a la socialdemocracia y colocaban al frente del nuevo proyecto, si no a líderes críticos con lo ocurrido, que no tenían ninguno, porque todos acataron de un modo sumiso y vergonzante la derechización impuesta desde las alturas, sí al menos a personas que no hubieran tenido responsabilidades ni en la dirección del partido ni en el Gobierno.

Nada de ello se hizo en el congreso de Sevilla y eso ha llevado a los socialistas a pagar una nueva factura, cuya pérdida de más de otro millón de nuevos desafectos al PSOE desde las elecciones hasta ahora, que refleja la encuesta del País, no es otra cosa que el precio lógico a pagar, por más que a ti, Nicolás, te haya sorprendido tanto. Y el rechazo del 75% de los españoles que recibe la figura de Rubalcaba es, asimismo, el justo castigo de tener que seguir viendo al frente del PSOE a uno de los tres principales responsables de todo lo sucedido.

A pesar de que yo no vea por ningún lado, Nicolás, que en el corto ni el medio plazo se puedan cumplir tus deseos de ver un PSOE retornando a la socialdemocracia y con caras nuevas al frente, que no tengan impicación con el pasado, no te pido que renuncies a tu esperanza, pues esa es una cuestión estrictamente tuya que respetaré siempre.


Pero por lo mismo, también te pido que respetes tú la mía de asirme al sueño, de que todos los que estamos a la izquierda o por delante del PSOE, seamos capaces de construir otra opción política con los millones de personas que andamos en éstas, por más que hasta ahora no haya signos que alimenten la esperanza de que esto pueda ser realidad algún día.

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