lunes, 3 de julio de 2017

Perdonar, amigos lectores, que hable de mi, pero en esta ocasión necesitaba hacerlo. Nicolás, ya está acostumbrado


Siempre he sentido y siento, Nicolás, un gran rechazo a actuar al tuntún en los quehaceres sociales o políticos en los que  ando involucrado.

Sé por experiencia que en la acciones que se emprenden no siempre se puede acertar, pero también me ha enseñado la vida, que los errores se pueden reducir a su mínima expresión, siempre que a) se acierte en las propuestas, b) se lleve un trabajo acertado para hacerlas madurar y c) se sepa  sondear y conocer el estado de opinión y de ánimo y su evolución por parte de la de la gente en las reivindicaciones que se llevan caralante. 

Hoy quiero centrarme, Nicolás, en el punto c), porque es el que más me va a ayudar a darle seriedad y credibilidad a la siguiente misiva. sigue leyendo



 No sé si por mi vocación auto didacta o por qué, pero siempre siento la necesidad de conocer lo mejor posible el estado de opinión de la gente y su evolución en todas las acciones o movilizaciones en cuya preparación participo. Como persona de base que soy,  no dispongo de sociólogos que me asesoren, de ahí  que me haya ido creando mis propias mañas, de sondear los estados de ánimo y su evolución por medios sencillos a mi alcance, siempre con el empeño de que las acciones a emprender salgan lo mejor posible. 

No sé en qué porcentaje será una tendencia mía vocacional y en qué tanto por ciento dependerá de haberme tocado luchar en sitios difíciles, donde a priori no había ni la menor referencia en la que basarse, como ocurría en Correos en aquellos tiempos o en la Comarca  de Molina después; en cuyos andurriales he invertido buena parte de mi tiempo durante los cincuentena años que ando en esto que, genéricamente, llamamos la lucha 

Mira, Nicolás, en el medio laboral durante mis tiempos vividos en Madrid, las acciones reivindicativas en las empresas se parecía muchísimo entre sí: tabla reivindicativa o ante proyecto de convenio, enlaces o representantes que se lo elevan a la dirección de empresa, inicio negociaciones, información a los trabajadores de cómo van las mismas y, en función de ello, firma del convenio sin presiones si las cosas iban bien; o acciones de lucha de los trabajadores para presionar  y para conseguir mejoras si la patronal se resistía a ceder en peticiones justas. No digo que a nivel de conocimiento de cómo moverse en la lucha en el ámbito laboral fuera un sota, caballo y rey, pero casi, casi.

Pero en correos, -¡ay en correos amigo mío!- aparte del hándicap de la gran dispersión por todo el país y también dentro de las ciudades grandes,  éramos funcionarios y lo teníamos prohibido todo: Solo teníamos derecho a hacer quejas a las “superioridades de más arriba” a nivel individual y por la vía reglamentaria, tramitando la autorización desde el jefe más próximo, el cual se la elevaba al siguiente y así sucesivamente hasta llegar a destino. Pero nada de convenios, ni representantes sindicales, ni tablas reivindicativas, ni nada de nada, de nada, de nada. 

Cualquiera puede imaginarse las vueltas que le teníamos que dar al tarro y la cantidad de estratagemas que nos veíamos obligados a idear los más inquietos, los “cabecillas” para levantar en tan adversísimas circunstancias un movimiento sindical. En este contexto, era vital tener bien palpada la disposición y el estado de ánimo del grueso de la plantilla y su evolución en cada momento, porque si intentábamos dar cualquier arreón hacia adelante, por pequeño que fuera, y la gente no nos secundaba, ya nos “habíamos caído con todo el equipo”.

Digo lo anterior, Nicolás, por dos razones:

La primera, porque la práctica me ha demostrado que es posible aproximarse muchísimo a conocer estados de opinión ciudadana sobre una situación concreta sin necesidad de encuestas públicas, ni de tener un equipo de sociólogos asesorando. Como quiera que, tanto antes en Correos como ahora en la Comarca de Molina, nos ha tocado abrirnos paso por caminos inéditos y nos hemos visto obligados, Sí o Sí, todos y todas las “cabecillas” (lo de cabecillas no lo digo peyorativamente, sino todo lo contrario: con mucho compañerismo y cariño) a tener bien tanteada la opinión de la gente y su evolución ante cada paso concreto que dábamos, como la única manera de no estrellarnos o que fuera el menor de veces posible.

Pues, bien, Nicolás, yo al menos, he tenido cada vez más en cuenta este principio de sondear bien los estados de ánimo  de la gente y su evolución. Y la práctica me ha demostrado hasta la saciedad, que se puede conseguir. Para ello, basta con dejar a un lado la opinión  de los que todo lo ven negativo y la de los que piensan que llegadito y zas, haces un llamamiento y las gentes acuden a la lucha enseguida como las moscas a la miel. ¿Te acuerdas, Nico quién decía en nuestro pueblo lo de llegadito y zas?

En mi caso, particular, siempre me he preocupado de tener como referencias para captar ánimos y predisposiciones a dos o tres personas equilibradas de las que considero del sector activo de la gente, a dos o tres de las que denomino sector intermedio susceptibles de ir decantándose  a favor y a dos o tres del sector que a priori las consideramos del sector de personas que no quieren saber nada.

Pero hay otras personas que no sé aún muy bien por qué razones, si porque son muy observadoras, porque saben escuchar, porque se relacionan con todos los sectores de la gente, porque se les tiene mucha confianza y todo el mundo les cuenta lo que piensa con sinceridad, si porque tienen mucha agudeza, si porque tienen un sexto sentido, o qué seo yo porqué; pero el caso es que son auténticos especialistas en captar estados de opinión. Aquí, en Molina, conozco a dos ellas que aciertan siempre.

La segunda, porque salvando tiempos, ámbitos y naturaleza de las circunstancias, también se pueden sondear por procedimientos parecidos, las  opiniones y estados de ánimo y evolución del mismo, en los aconteceres políticos y, en concreto -porque ahí quiero llegar- sobre lo  que se puede y se debe hacer para que esta nueva marca política llamada Podemos se abra puertas que conduzcan al crecimiento y no al estancamiento o al retroceso, que las tres cosas pueden pasar, según como se hagan las cosas, según como se sepa llegar  al votante en general y de un modo especial, al votante indeciso.

Lo que en realidad te quiero decir en ésta, Nicolás, que no es el mérito, sino el azar y las circunstancias, las que me han forzado mucho a sondear opiniones y estados de ánimo de la ciudadanía y eso, a la postre, me ayuda bastante a orientarme por mí mismo al margen de lo que digan los medios o las encuestas, en el caso de la política de Podemos y más en concreto, en la política electoral. Nos podemos aproximar mucho a la realidad con tal de tener en cuenta dos aspectos y sondearlos bien: 1) la potencia, claridad y solidez de los mensajes básicos de cambio y 2) conocer al dedillo los porqués de las personas indecisas, y qué se precisa para convencerlas, ya que sin crecer no son posible los objetivos de cambio que pretendemos.

 De ellos partiré en la siguiente carta, Nico, cuyo titular ya te adelanto, Sin Errejón y una dirección coral bien visibles, Podemos no podrá crecer.

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