sábado, 8 de enero de 2011

¿Y qué cambia, Nicolás, si no se presenta Zapatero?


Me dices en la tuya, Nicolás: “Mójate y dime si crees que será Zapatero el que encabece la candidatura socialista a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones legislativas; pues la revelación del Presidente a los periodistas en el habitual vino navideño de la Moncloa de que ya tiene tomada la decisión de si se presenta o no”, no me deja las cosas claras. Dime también si ves algún candidato del PSOE alternativo a Zapatero que pudiera darle la vuelta a las encuestas”

En principio, Nico, no deberíamos hacer demasiado caso a lo que diga o deje de decir Zapatero, pues están siendo tantos sus desatinos, tantos sus decires y desdecires, que si no se contradice más, es porque los días no son más largos. Ya ves, nos sale ahora con lo del candidato, cuando pocos días antes él mismo había dicho públicamente, que por ahora no quería que se hablara de este asunto para no distraer la atención de lo que toca hacer, que era centrarse en la salida de la crisis económica.

Pero si fuera cierto que la decisión la tiene ya tomada, esa decisión no podría ser otra, que la de no volver a presentarse. Me baso en dos razones: La primera, que la popularidad del Presidente está por los suelos desde hace tiempo, lo cual marca ya tendencia. En estas circunstancias, Zapatero es una rémora y no un activo para las expectativas electorales del PSOE. La segunda, que la única decisión que puede tomar el Presidente por su propia cuenta es la de no presentarse, porque la de volver a encabezar cartel, no sólo depende de él, sino también de lo que decida su partido.

Respondiendo a tu segunda pregunta, Nicolás, mi punto de vista es, que sea quien sea el candidato, las expectativas socialistas van a cambiar muy poco, porque la caída en las encuestas del PSOE no es, en esencia, una cuestión de nombres, si no la consecuencia directa de su mala política en esta segunda legislatura, durante la cual -y este es el problema para la alternativa- no han existido dentro del PSOE ni movimientos de disconformidad con la misma, ni dirigentes cualificados que se hayan desmarcado de la línea oficial y hayan demandado otra política mejor y distinta que hoy pudiera ser visualizada por la ciudadanía. El PSOE, pues, no tiene candidatos alternativos para sustituir a Zapatero que tengan credibilidad suficiente como para pensar que con ellos van a cambiar las cosas. Todo cuanto hemos visto en este sentido, ha sido algún intento suelto de desmarque, como el de Barreda, absolutamente vacío de contenido, sin otra política distinta a la oficial y con el único fin de intentar salvar sus propios muebles ante la que se le avecina en las elecciones autonómicas, que están a la vuelta de la esquina.

Por otro lado, es de suponer que aquellos dirigentes del PSOE que crean tener futuro no querrán jugar ahora sus cartas, ya que cosechar una derrota electoral y con riesgos de que sea sonada, no parece la manera más propicia de empezar a consolidar un liderazgo de futuro. Creo, pues, que el marrón le caerá a alguien que esté muy implicado actualmente en las tareas del Gobierno y/o del partido, como ya ocurriera años atrás con la candidatura de Almunia en sustitución de Felipe González. Pocas dudas pueden caber de que la china le tocará a Pérez Rubalcaba y si éste no quiere, a José Blanco. Y lo digo así, porque Rubalcaba es demasiado listo y podría negarse a ser el candidato de una derrota anunciada, aunque también podría suceder que acabara aceptando, en parte por corresponsabilidad política y en parte, como una manera de hacerle un último servicio al partido antes de retirarse. Sin embargo, Blanco, más dogmático, demasiado crédulo en las posibilidades electorales socialistas y fiel escudero en todo momento del Presiente, podría aceptar de mejor gana, sobre todo, si Zapatero se lo pide.

Después, tras la previsible derrota electoral, vendrá lo de siempre en estos casos: la crisis del partido y el consiguiente congreso, y será entonces cuando se postularán los candidatos a la Secretaría General del PSOE para dirigir el partido y aspirar a la Presidencia del Gobierno; aunque si quieres que te diga la verdad, no veo a ningún dirigente con tirón suficiente para cuando llegue ese momento. Es muy probable que aparezca en escena el insaciable José Bono, que le gusta más el poder, que a Jesucristo los credos, cuyas cartas credenciales son su demagógico, pero embaucador populismo y el caerle bien a una parte de la derecha, al ser él mismo uno que tal. Sería seguramente la horma apropiada para el zapato de una militancia socialista desideologizada y un tanto a la deriva, tras la permanente pérdida de las señas de identidad socialdemócratas que caracterizaban a esto partido, cuyos dirigentes apenas si preparan a la militancia para otra cosa, que no sea para el objetivo de conquistar el poder para el PSOE.

Pero se equivocaría el PSOE si cuando llegara ese momento no tuviera en cuenta, que para el objetivo de reconquistar el poder, no le basta con tener un Bono que le arañe votos al PP, sino que para ganar necesita, como siempre, recibir tres o cuatro millones de votos prestados por su izquierda, que ahora les están echando la espalda y que no podrán recuperar con recortes y medidas impopulares, injustas e innecesarias, ni tampoco con candidatos como el Sr Bono, demasiado mal visto en los ambientes de los sectores sociales más avanzados, consecuentes y de izquierdas.

Podría inclinarse el PSOE en el escenario de un congreso por otro candidato que tuviera un perfil que, sin ser socialdemócrata, fuera menos de derechas que Bono, para tratar de pescar votos en los caladeros de los sectores de izquierda, pero ese candidato si existe, yo no lo veo por ninguna parte.

A quienes veo, Nicolás, con pocas posibilidades de presentarse, y menos aún de ser elegidos candidatos, es a los del triunvirato socialdemócrata del partido -Jordi Sevilla, Jesús Caldera y López Aguilar, otrora del equipo de Zapatero y reputados ministros, a los que después marginó el Presidente, acaso celoso de que pudieran hacerle sombra al atesorar una inteligencia política y una coherencia socialdemócrata, sobre todo los dos primeros, superior a la suya. Del por qué estos dirigentes tienen tan pocas opciones, te hablaré en la carta siguiente.

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