lunes, 29 de diciembre de 2014

Instituciones, burocracias, clientelismos y privilegios a suprimir (V)


En la anterior te dije, Nicolás, que te explicaría sintetizadamente  en una carta   las cosas que hay que suprimir y/o restringir en este país, si queremos unas administraciones eficaces y decentes -sin corruptelas, privilegios ni clientelismos- a la vez que rescatar entre tres mil y cinco mil millones euros anuales que ahora van a parar injustamente a bolsillos particulares, para invertirlos en servicios y necesidades ciudadanas. Te las resumo:

1) El Senado. El país no está para mantener una cámara de segundas lecturas,  sin funciones reales, ociosa e inútil. Por otra parte, el número de países con sistema unicameral, superan en cuarenta a los bicamerales. Además, la supresión de una cámara después de estar constituida, tampoco es algo nuevo, ya lo han hecho antes que nosotros Dinamarca, Croacia y Suecia.
2) Las Diputaciones. Son instituciones decimonónicas, no elegidas por sufragio e innecesarias, porque producen duplicidad en todas las provincias desde que se crearon las CCAA. Cuando se hizo la Constitución se explicó que se mantendrían solamente de forma transitoria hasta que se constituyeran las CCAA para no generar vacío, entretanto. Pero treinta y siete años después, sólo se han suprimido las de Oviedo, Santander, Murcia, Logroño y Madrid. Los partidos se resisten a disolverlas porque entre diputados y cargos puestos a dedo, tienen más de dos mil personas cobrando del erario público. Ya propuso suprimirlas Rubalcaba y desistió, ante la resistencia del PP y de gentes de su propio partido, que sentían peligrar su puesto y su sueldo.
3) El entramado de entes paralelos a las administraciones. Se crearon por miles estos años atrás y, aunque se han suprimido bastantes ante la crítica de los medios, todavía quedan muchos. Salvo excepciones, estos entes, empresas o como se las quiera llamar, son injustificables y afectan a la decencia y la ética pública por varias razones: usurpan tareas que les corresponden realizar a las administraciones, son entramados opacos y sin control, suponen un saqueo a las arcas del estado de las que se nutren y son auténticas redes clientelares, auspiciadas por los mandamases de la política donde colocan a sus militantes, familiares y amigos.  
4) La ayuda pública a los partidos políticos para sus actividades  propias. Los partidos son asociaciones independientes que no forman parte de las estructura del estado y, por lo tanto, no se les puede conceder el privilegio de asignarles dinero público para sus gastos propios como si fueran instituciones. Distinto es otorgarles una cuantía determinada para realizar las campañas electorales. La financiación de los partidos tiene mucha más miga de la que parece y es un tema que requiere una carta aparte. La haré cuanto pueda.
5) Los asesores o personas de confianza de los cargos políticos, nombrados a dedo. Cobran del estado sin ser elegidos en las urnas, sin forman parte de las plantillas de empleados públicos y sin ser necesarios en absoluto, dado que las administraciones disponen de sus plantillas y de todos los profesionales que precisan las mismas para realizar todas sus actividades. Estos asesores dedocráticos son auténticas redes clientelares, puesto que los cargos políticos los escogen, como es lógico, entre sus militantes familiares y amigos. Debido a la opacidad existente, nadie ha conseguido hasta ahora saber cuántos asesores dedócratas hay en el conjunto de las instituciones, ni lo que nos cuestan a los ciudadanos. El sindicato CSIF,  que es el que más ha intentado aproximarse a las cifras, ha tenido que dejarlo por imposible, sin terminar el trabajo. Pero lo investigado ya les daba cifras de más de veinte mil personas y un coste de mil millones de euros al año. La alternativa es clara: Los  políticos que quieran asesores, que se los ponga y se los pague su partido.
6) Suprimir radicalmente todos los privilegios de los parlamentarios y gobernantes del estado y autonómicos, tanto cuando están ejerciendo el cargo, como cuando lo dejan: viajes que no sean inherentes al cargo que desempeñan, planes de pensiones, sueldos vitalicios, puertas giratorias,  invento de los Consejos Consultivos de las CCAA…
7) Reducir el organigrama de todas las administraciones, suprimiendo los departamentos y altos cargos innecesarios, aplicando criterios de simplicidad, agilidad y eficacia como se hace en cualquier empresa. A las administraciones les sobran por las alturas un sinfín de directores, subdirectores, adjuntos, etc y muchos departamentos superfluos o solapados.
8) Poner un tope salarial transitorio, solidario y ejemplarizante, de 50.000 euros para todo el que cobre del erario público, por el tiempo que dure esta crítica situación de paro y pobreza extrema que padecen  varios millones de personas en nuestro país.  
9) Otras medidas: Acabar con los aforamientos (todos somos iguales ante la ley), que los cargos del tribunal de cuentas y del poder judicial no puedan ser nombrados por los políticos, ni la fiscalía tutelada por el gobierno. Suprimir o cambiar la vía contencioso-administrativa, porque genera indefensión y es carísimo recurrir.
Debo decirte, Nicolás, por si te pones a echar cuentas, que la propuesta parte de mantener, en su totalidad, las plantillas de empleados públicos que prestan sus servicios en las instituciones a suprimir y reubicarlos en las diversas administraciones; por lo cual, la parte del gasto destinado a pagar los nóminas de los empleados no debe contabilizarse como ahorro, ya que, por un sitio o por otro, habrá que seguir pagándoles
También conviene dejar claro, que la forma de hacer los presupuestos y sobre todo, la absoluta opacidad que existe sobre algunas supresiones de las que aquí propongo, hace inviable sacar cifras exactas y lo más que han podido conseguir los estudiosos que se han ocupado del gasto de las administraciones, han sido aproximaciones; pero no cifras rigurosas. Por eso, para no equivocarme, me he movido, Nicolás, en una horquilla tan amplia (entre tres mil y cinco mil  millones de euros), aunque yo creo que el global del gasto que se suprimiría se aproxima más a la parte alta de la horquilla, que a la baja y, además, posibilitaría que las administraciones funcionaran de una forma mucho más eficaz y decente.
De esta carta se desprenden algunas reflexiones de gran importancia, acerca de quién pude llevar a cabo estas medidas y cómo, y qué pasaría si gobernara un partido nuevo y no se toman. Las tendrás enseguida en la carta siguiente

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