Con esta carta, Nicolás, concluyo el trabajo que me pediste sobre la corrupción política. Como ya te dije en la anterior, hoy te voy a hablar del sistema electoral y de la duración del mandato de los cargos públicos y su relación con la corrupción.
La mayoría de los escándalos de corrupción política desde el inicio de la democracia, han tenido como indignos protagonistas a dirigentes de las fuerzas que configuran el bipartidismo en España. Estos mismos partidos son los que no han querido tomar nunca medidas anticorrupción para erradicarla y también los que, con un “espíritu unitario encomiable”, se confabularon para brindarse así mismos a través de un sistema electoral hecho a su medida, para garantizarse la alternancia en el poder y que la sociedad no pudiera quitarles su hegemonía por mal que gobernaran y por mucho repudio social que pudieran generar la corrupción.
Reforma del sistema electoral
Así, pues, para que la ciudadanía podamos tener la garantía de erradicar la lacra de la corrupción, no es suficiente con hacer propuestas y ni siquiera con que se aprueben en los parlamentos, si no que hemos de tener, además, la posibilidad real de, si queremos, poder pasar factura y castigar electoralmente a quienes consideremos responsables de que la política de nuestro país esté tan impregnada de latronicio que, pasar desde la hegemonía a la oposición o, incluso, desaparecer no es tampoco ningún drama. Eso ya le ocurrió antaño a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista en Italia por causas similares a las de aquí, y no por eso se ha hundido el mundo, ni les ha faltado a los italianos el amanecer de ninguna mañana.