Con esta carta, Nicolás, concluyo el trabajo que me pediste sobre la corrupción política. Como ya te dije en la anterior, hoy te voy a hablar del sistema electoral y de la duración del mandato de los cargos públicos y su relación con la corrupción.
La mayoría de los escándalos de corrupción política desde el inicio de la democracia, han tenido como indignos protagonistas a dirigentes de las fuerzas que configuran el bipartidismo en España. Estos mismos partidos son los que no han querido tomar nunca medidas anticorrupción para erradicarla y también los que, con un “espíritu unitario encomiable”, se confabularon para brindarse así mismos a través de un sistema electoral hecho a su medida, para garantizarse la alternancia en el poder y que la sociedad no pudiera quitarles su hegemonía por mal que gobernaran y por mucho repudio social que pudieran generar la corrupción.
Reforma del sistema electoral
Así, pues, para que la ciudadanía podamos tener la garantía de erradicar la lacra de la corrupción, no es suficiente con hacer propuestas y ni siquiera con que se aprueben en los parlamentos, si no que hemos de tener, además, la posibilidad real de, si queremos, poder pasar factura y castigar electoralmente a quienes consideremos responsables de que la política de nuestro país esté tan impregnada de latronicio que, pasar desde la hegemonía a la oposición o, incluso, desaparecer no es tampoco ningún drama. Eso ya le ocurrió antaño a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista en Italia por causas similares a las de aquí, y no por eso se ha hundido el mundo, ni les ha faltado a los italianos el amanecer de ninguna mañana.
Es de sentido común, que la ciudadanía deberíamos tener la posibilidad electoral de poder alejar del poder a las opciones que, por su tibieza ante la corrupción, no nos merezcan credibilidad y de acercar al mismo, a las alternativas que nos susciten más confianza. Sin embargo, ello es prácticamente imposible si no se hace una reforma del sistema electoral, que suprima radicalmente las listas cerradas y bloqueadas para que seamos los electores y no los partidos, quienes elijamos a los candidatos que queramos y que elimine, igualmente, la ley del embudo –perdón, he querido decir, la ley d`hont- y se arbitre una fórmula que permita aplicar la proporcionalidad pura para que todos los votos valgan lo mismo.
Aquí solo te hablo, Nico, de la reforma electoral en relación con la corrupción. Pero sobra decir, que esa reforma es imprescindible, ante todo, para que las elecciones en España sean realmente democráticas, que ahora no lo son. No todo lo que se califica de democrático, lo es. Yo al menos, Nico, me niego a reconocer como democrático un sistema electoral que para proteger los intereses partidistas de dos fuerzas, hace que los votos a las mismas valgan doble, triple y hasta cuatro veces más que los de otras opciones. Si eso es democracia, que baje Dios y lo vea.
Dos legislaturas como máximo en los cargos.
Dos legislaturas como máximo -ocho años- es el tope legal de permanencia en cargos públicos que debería fijarse por ley, sean cargos municipales, autonómicos, europeos o generales, sin poder volver a presentarse hasta que no se hubieran pasado otras dos legislaturas. Es, por un lado, tiempo más que de sobra para poder hacer una buena gestión y, por otro, la mejor manera de garantizar de un modo permanente una democracia fresca, participativa, amable y con menos riesgos de caer en la corrupción, que cuando las permanencias se alargan más de la cuenta.
Yo estoy convencido, Nicolás, que cuando las personas deciden concurrir a unos comicios, salvo sinvergüenzas que siempre se cuelan, lo hacen, por lo general, con humildad, llenos de buenos propósitos, deseos sinceros de ser justos, ecuánimes y defender los intereses de todos y no solo de los que te han votado, espíritu de tolerancia y de entenderse con todo el mundo, receptividad ante las críticas y ganas de llevar a cabo proyectos para mejorar la calidad de vida en general, dentro de la forma de pensar de cada cual. Con todas o la mayoría de estas buenas intenciones, pienso, que acceden al cargo la inmensa mayoría de los candidatos cuando son elegidos.
Sin embargo, por desgracia, es un hecho que se repite mucho más de lo debido, que cuando la permanencia en los cargos se alarga más de la cuenta, todos esos buenos propósitos iniciales van menguando o desapareciendo y se empiezan a abrir paso las ganas de perpetuarse en el cargo y considerarlo como una especie de propiedad, de querer seguir estando en candelero porque sí, de hacer de la políticas un medio de vida y no una incursión temporal y de acabar convirtiendo el cargo, no en un simple medio al servicio de unos objetivos, sino en un fin en sí mismo. Es entonces, cuando la fuerza de la razón, se convierte demasiadas veces, en la fuerza del poder. Es entonces, cuando se empieza a anteponer el medre y el trepe personal y político, a los intereses de la gente. Es entonces, cuando aumentan las burocracias, el ordeno y mando, la intolerancia y los sectarismos. Y es entonces, en fin, cuando se van tejiendo los tratos de favor, los clientelismos y demás deformaciones de la política.
Las ventajas democráticas de las cortas gobernanzas, Nicolás, están fuera de toda duda y, además, forman parte del sentir mayoritario de la ciudadanía de nuestro país. Pero desde el punto de vista de combatir la corrupción, que es el asunto que nos ocupa en esta carta, también ayuda muchísimo. Por un lado, para maquinar una trama de corrupción política, consolidarla y que de suculentas y continuadas sustracciones, se necesita que el delincuente o los delincuentes de la parte pública permanezcan en el cargo cuanto más tiempo, mejor. Y por otro, los corrompedores tienen muchas más posibilidades de sobornar a los políticos susceptibles de corromperse cuanto más años llevan estos en la institución, ya que les permite conocen mejor las andadas y las formas de ubicarse en el cargo y lugares más adecuados para delinquir.
Propuestas
1) Reforma del sistema electoral. Listas abiertas y desbloqueadas que permitan que sean los votantes los que elijan a las personas que quieran de entre los candidatos y no los partidos las que lo determinen, como ocurre ahora, con el bloqueo de las listas. Asignación del reparto de cargos electos con criterios de proporcionalidad pura, de tal modo, que todos los votos valgan lo mismo. Esta propuesta, en principio, no se puede concretar más, porque caben diversas fórmulas de plasmar y conciliar esos principios básicos y sería contribuir a la polémica estéril, inclinarse ahora por una determinada forma.
2) Poner el tiempo de dos legislaturas (ocho años) como el periodo máximo seguido que cualquier persona puede permanecer en un cargo público, no pudiendo volver a comparecer como candidato hasta pasadas otras dos legislaturas más.
Sin duda que me habré dejado algunas cosas en el tintero, Nicolás pero creo que con lo expuesto en estas cinco cartas, ya puedes hacerte una idea de cuales son mis planteamientos sobre la corrupción política y también de lo mucho que me inquieta que la sociedad civil no esté moviendo ficha todavía con la contundencia y masividad que la situación requiere.
En eso que dices de acortar los mandatos estoy de acuerdo, porque es verdad que los cargos publicos cuando llevan un tiempo son mucho peores que al principio y acaban siendo odiosos. Pero tu propuesta tiene una parte débil y es, que ninguna persona puede luchar toda la vida aunque quiera, porque entre vez y vez que se presente a unas elecciones tienen que pasarse ocho años en blanco
ResponderEliminarHola Anónimo
ResponderEliminarNo entiendo cómo puedes decir eso, salvo que pienses que sólo es posible participar y luchar por causas justas desde las instituciones. Hay miles y miles de sitios autónomos e independientes desde donde poder luchar y hacer cosas dignas, desinteresadas, relevantes y encomiables, en muchos de los cuales, si no estuvieran ahí las organizaciones y asociaciones de la sociedad civil, los problemas no se abordarían ni resolverían, porque las instituciones ni siquiera los huelen.
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Hola Jerónimo, aunque comparto básicamente tu exposición, hay un punto que desde mi punto de vista es discutible. No creo que los políticos corruptos necesiten mucho tiempo para practicar sus corruptelas, ya que los candidatos ya suelen contar con apoyos externos a sus respectivos partidos, a la espera de que tales apoyos le sea devuelto con creces una vez ocupen la correspondiente parcela de poder. Te pongo un ejemplo: cuando la nacionalización de RUMASA, el PSOE llevaba escasos meses en el poder, y una de las primeras cosas que hizo fue vender Galerías Preciados al empresario venezolano Cisneros por 800 millones de pesetas, quien dos años después lo volvió a vender por 22.000 millones. Recordar que este tal Cisneros era amigo personal de Felipe González. ¿¿??.
ResponderEliminarEn cuanto a las soluciones contra la corrupción, yo añadiría alguna más, vemos.
Todos los cargos de director general hacia arriba deberán presentar una declaración de bienes minuciosamente contrastado por un organismo independiente, tanto al inicio del mandato como al cese en el mismo; igual para los alcaldes de ciudades a partir de un número determinado de habitantes.
Promulgar una nueva ley específica para políticos corruptos, que mermita entre otras medidas cautelares, el cese inmediato en el cargo, bloqueo de su patrimonio y prohibición de salir del país, hasta tanto se dicte sentencia.
Con estas dos medidas estaríamos consiguiendo obstaculizar la justificación de los beneficios ilícitos y aumentar el castigo por corrupción.
Saludos
Creo que esas dos medidas que agregas las propongo yo en términos psrecidos en la carta anterior. No se, échales un vistazo
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