Nunca hemos hablado entre nosotros, Nicolás, de pactos de estado. Por eso veo conveniente, antes de ir al fondo del asunto, comentarte como entiendo yo un pacto de estado en general y, en concreto, un pacto para salir de la crisis en España, que es de lo que se trata.
Históricamente los pactos de estado en cualquier país han acontecido ante situaciones críticas. Suelen fraguarse para defenderse de una agresión exterior, para rehacer un país destruido por una guerra, ante una gran catástrofe natural o ante una crisis de grandes dimensiones. No son, pues, lo habitual en política, sino lo excepcional.
En España tenemos dos crisis, la propia de la construcción y la general, que también sufren los demás países Además contamos con cuatro millones de parados y carecemos de un modelo alternativo al del ladrillo. Es decir, nos hallamos ante un panorama muy negro, bastante peor que el de cualquier otro país. Es, pues, una situación que viene exigiendo desde hace dos años un gran pacto de estado y que la opinión pública demanda de una forma absolutamente mayoritaria, tal y como indican las encuestas.
Debemos distinguir absolutamente, Nicolás, entre una circunstancia excepcional como ésta y lo que es un escenario político habitual, en el cual, también se hacen pactos de legislatura, de envestidura, sobre presupuestos u otras medidas determinadas, con el fin de tener respaldos suficientes para gobernar. Pero estos pactos. propios de situaciones normales, no tienen nada que ver en absoluto, con la naturaleza y envergadura de un pacto de estado para superar una crisis como ésta. Este pacto, para ser tal, requiere del compromiso de todas o las principales fuerzas del país e implica la unidad de esfuerzos en torno al programa pactado y, a partir de esa actitud ejemplarizante, generar confianza en la ciudadanía, estimularla e involucrarla en la tarea y, con todo ello, conseguir que los resultados tengan un efecto positivo multiplicador.
Un pacto de esta naturaleza, no se olvide, es un pacto entre adversarios políticos, que obliga a tener generosidad y altitud de miras, a poner por delante los principales problemas del país y de la gente, a renunciar por todas las partes a ciertas cosas para hacer posible el acuerdo, a dejar temporalmente de lado los intereses partidistas y electorales y los sectarismos que lleva aparejados y a ponerse a luchar junto al adversario político por el mismo objetivo temporal.
Si compartes estos criterios, Nico, será mucho más fácil que puedas entender mi carta siguiente, en la que te hablaré de por qué no creo que se llegue a un pacto de estado, ni siquiera ahora que se ha propuesto formalmente por primera vez. Ojala que el miedo a pagar un alto precio electoral ante la sociedad, sea condicionamiento suficiente para que el pacto se fragüe y tenga que tragarme mis palabras. Nada me gustaría más, que ser yo el equivocado.
Debemos distinguir absolutamente, Nicolás, entre una circunstancia excepcional como ésta y lo que es un escenario político habitual, en el cual, también se hacen pactos de legislatura, de envestidura, sobre presupuestos u otras medidas determinadas, con el fin de tener respaldos suficientes para gobernar. Pero estos pactos. propios de situaciones normales, no tienen nada que ver en absoluto, con la naturaleza y envergadura de un pacto de estado para superar una crisis como ésta. Este pacto, para ser tal, requiere del compromiso de todas o las principales fuerzas del país e implica la unidad de esfuerzos en torno al programa pactado y, a partir de esa actitud ejemplarizante, generar confianza en la ciudadanía, estimularla e involucrarla en la tarea y, con todo ello, conseguir que los resultados tengan un efecto positivo multiplicador.
Un pacto de esta naturaleza, no se olvide, es un pacto entre adversarios políticos, que obliga a tener generosidad y altitud de miras, a poner por delante los principales problemas del país y de la gente, a renunciar por todas las partes a ciertas cosas para hacer posible el acuerdo, a dejar temporalmente de lado los intereses partidistas y electorales y los sectarismos que lleva aparejados y a ponerse a luchar junto al adversario político por el mismo objetivo temporal.
Si compartes estos criterios, Nico, será mucho más fácil que puedas entender mi carta siguiente, en la que te hablaré de por qué no creo que se llegue a un pacto de estado, ni siquiera ahora que se ha propuesto formalmente por primera vez. Ojala que el miedo a pagar un alto precio electoral ante la sociedad, sea condicionamiento suficiente para que el pacto se fragüe y tenga que tragarme mis palabras. Nada me gustaría más, que ser yo el equivocado.
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