¡Qué alegría y qué sorpresa más grande me he llevado, Nicolás!
Te voy a contar el hecho excepcional que me la produce; aunque tú, desde la
distancia, no sé si podrás sentirla con la misma intensidad. Espero que sí
El hecho ha acontecido en tu pueblo y el mío, Adobes, estos
dos últimos años. Y el proceso continúa, ya imparable.
La verdad que si te lo contara en forma de cuento de hadas
quedaría más bonito literariamente
hablando, pero correría el riesgo, de que algún lector del blog no me creyera y
quiero que me crean todos.
Por causas de fuerza mayor, tú lo sabes, llevaba dos años sin
venir al pueblo, que es justo en el tiempo que se ha gestado la sorpresa, cuya
alegría en lo social, es la más grande que me he llevado en mi vida. Sigue leyendo hasta que encuentres la sorpresa
Por favor, lectores
del blog, no me toméis por chauvinista, porque os juro que no lo soy. Todo lo contrario, la gran despoblación
existente y la necesidad de combatirla nos exige, a todas las gentes que
tenemos raíces en los pueblos, que nos dejemos de chauvinismos, nos tendamos la mano,
creemos un clima de fraternidad y
solidaridad y, hombro con hombro, luchemos juntos todos y todas por reactivar
nuestros pueblos y recuperar población, que nuestros municipios no son la banca, y
nadie va a venir a rescatarlos. Hemos de hacerlo nosotros mismos juntando
esfuerzos, más allá de ideologías y por encima de ellas.
El lema de mis perfiles “me
gusta ser de pueblo” sin concretar cual, es una forma más de expresar mi
postura en estos momentos
Dejadme, amigos
lectores, hacer un levísimo recorrido por la historia reciente de Adobes y
después os cuento lo que al menos para mí es una monumental sorpresa
Adobes caminaba a pasos acelerados hacia el ocaso, tenía una
gran cantidad de casas y pajares hundidos o amenazando ruina y estaba a punto
de sepultar su historia para siempre bajo los escombros, como por desgracia ya
les ha ocurrido a otros pueblos de la Comarca de Molina.
Quizás por su estado agónico, por sus gentes que no
querían dejarlo morir o yo que me sé, pero lo cierto es que hubo un basta ya colectivo, allá por el ochenta
y algo y sus sucesivas corporaciones con sus alcaldes y alcaldesas al frente,
su asociación de amigos apoyando en lo que podía y un permanente apoyo
desinteresado de la gente aportando su trabajo voluntario, superior a las
llamadas zofras de antaño; todo ello armonizado, hizo posible darle la vuelta
radical al pueblo, bajo el criterio de
reconstruirlo respetando lo más posible sus tonos y rasgos rústicos.
Aquí un muro con una barandilla y sus pilotes, allá otro,
allá otro… Aquí una jardinera y
allí, allí… y allí... Aquí una escalera de piedra, allá otra y otra y otra. Aquí una plazuela o rincón coqueto, allá otra... Allí, y por todas partes, árboles y enlosados de piedra y con figuras de bolos para
romper la monotonía de tanta losa. Y qué se yo, Nicolas.
Y desde hace unos años muy
bien cuidado y limpio; tanto, que como yo suelo decir en tono de broma: Al salir de casa debemos quitarnos el
calzado que llevamos y ponernos otro, no sea que cualquier pequeña suciedad o
mancha que pudiera haber dentro de la casa la saquemos afuera y manchemos la
calle
Pero… pero… pero…, no veas, Nicolás, qué PERO más grande recuperar todo que era de procedencia municipal y
dominio público con esmero y toda la rusticidad posible y no conseguir el
empaque rústico que se prendía.
¿Y sabes por qué, Nico?
Pues porque al exterior de las viviendas le sobraban las pinturas en disonancia con los tonos
propios la arquitectura de la tierra, le sobraban las chapas blanquecinas de
aluminio en puertas balcones y ventanas, los canalones de uralita, etc. las
gentes habían arreglado decorosamente las casas por dentro, mientras que el
exterior de cada una de ellas, estaba como se le había ocurrido a cada cual.
A los vecinos, Nico, no podía pedirles nada el ayuntamiento,
porque reconstruir ventanas, balcones, puertas aleros, levantar las pinturas y
recuperar la piedra vista… costaba un ojo de la cara y, además, no era para
ellos ninguna necesidad, porque por dentro las casas estaban bien. Y el
ayuntamiento, por su parte, tampoco podía cooperar con una ayuda, porque no tenía
dinero ni para empezar. Ni tampoco hacer una ordenanza que obligara a los propietarios de las
viviendas a hacer una reforma que conllevaba un gasto así.
Total, Nico, que las buenas gentes de Adobes se quedaban sin
su ilusión de tener un pueblecito bonito y con empaque rústico. El
ayuntamiento, en la parte que le tocaba ha venido haciendo todo con esas miras
de entorno rústico, pero su quehacer
quedaba empequeñecido y desdicho por los exteriores de las viviendas, así que no quedaba otra
que aceptar esa realidad y asumir que ese sueño de tener ese pueblecito deseado
no se podía cumplir y quedaba todo en una especie de sabor agridulce.
Antes de seguir leyendo, Nicolás, cierra los ojos,
concéntrate y mira a ver si eres capaz de adivinar la sorpresa.
Pues, pasó algo sin precedentes, creo. Pasó, Nico, que un amplio núcleo de familias a pesar de la
crisis del país, ha tirado por la calle del medio y se ha puesto a rehabilitar
el exterior de sus viviendas en plan rústico
para armonizar con la obra municipal y darle empaque al pueblo,
gastándose un dineral y sin una ordenanza especial que les obligara a
ello con carácter retroactivo. Y no sólo eso, sino que otras tantas familias andan a la espera de que
acaben los albañiles para hacer lo mismo. En definitiva, han abierto un proceso
de rusticidad acelerado e imparable. Y todo ello, sin necesidad y a pesar
de lo menguadas que deben de andar las cuentas corrientes por la crisis.
Es todo tal y como te lo cuento, amigo Nico. Y nadie podía
imaginar ni en los mejores sueños, que el buen hacer de las distintas corporaciones
y alcaldías haya acabado teniendo un efecto contagio tan hermoso y excepcional. Y,
si bien es cierto, que no cabe minimizar el empeño municipal, no lo es menos,
que el verdadero mérito, la verdadera felicitación y el verdadero parabien, lo
merecen infinitamente más que nadie, tantas familias que sin necesidad y sin que nadie les obligara se han
gastado un buen dinero de su propio bolsillo, para que al fin podamos tener un
pueblo con el entorno y el empaque que todos soñábamos.
La alegría tan grande que me he llevado de ver hasta dónde
pueden llegar unas familias por el bien
de su pueblo, quedará grabada para siempre en mi memoria y en mi corazón. Estas
familias merecen más que nadie, que se les diga con mayúsculas FELICIDADES, por esta página de la historia de Adobes tan
hermosa, excepcional y altruista que están escribiendo, y no precisamente
gratis
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