lunes, 28 de diciembre de 2009

¡Ay si Azaña y Ortega levantaran la cabeza!

Qué momento más triste, Nicolás. Según la última encuesta del CIS, para unos cuantos millones de personas la política no es la solución, sino el problema. Es la tercera preocupación de los españoles; incluso por delante del terrorismo. Un dato impensable e imposible en cualquier democracia que funcione medianamente bien

Las fuerzas políticas -unas más que otras y quizás con excepciones- están imponiendo en el día a día una manera de hacer política tan sectaria y crispante, que es la propia política la que queda malparada. Es como si ya no contaran los programas, las propuestas y los argumentos y lo prioritario, o casi único, fuera descalificar al contrario, tirarse los trastos a la cabeza y ver quien le echa más mierda al otro.

Esta política tan mezquina, lo contamina todo y engulla y devora cualquier debate serio, propuesta o Ley que se cruce por el camino. Y, si siempre es lamentable una deriva así, mucho más lo es en estos momentos, con dos crisis encima, la general y la propia del ladrillo, que no demandan precisamente reyerta política, sino todo lo contrario, las renuncias partidarias necesarias, para que sea posible un pacto anticrisis entre adversarios políticos, que facilite poder salir de ella cuanto antes y lo mejor posible. Es lo que precisa y quiere la mayoría de la sociedad, pero que no se le da. De ahí, Nicolás, el rechazo y antipatía creciente hacia la política que se está generando en la gente, cuyo alcance no te lo digo yo, te lo dicen las encuestas.

Pero esta desafección social hacia la política, no ha surgido de súbito, sino que viene produciéndose desde hace mucho tiempo, y no sólo por la forma de hacer política, que por supuesto, sino también como consecuencia de la tremenda burocratización que ésta ha adquirido y por la ausencia de mecanismos de participación política desde la base, que ni siquiera se da, salvo excepciones, dentro de los propios partidos. Pero esto, Nico, es muy largo de explicar y hay que racionarlo. De momento quédate con la idea.

Descartadas por abominables las dictaduras y los regímenes de presidencialismo populachero y totalitario, y a la espera de que puedan surgir referentes en alguna parte de democracias más justas y auténticas que el modelo occidental; sólo nos queda, por ahora asidnos a este viejo sistema de democracia que, como definen muchos teóricos de la cosa pública es, pese a todo, la única opción menos mala de las conocidas; pero que, sin embargo, está poniendo en peligro nuestra clase política con su decepcionante comportamiento, ya que a las posturas totalitarias, revestidas de populismo o no, se les está sirviendo en bandeja lo que precisan para prosperar: el desencanto ciudadano.

Hay mucha tela que cortar, Nicolás. Por mi parte, me gustaría seguir hablando del tema, pero orientándolo todo hacia la sugerencia de ideas para cambiar las formas de ejercer la política y mejorar la calidad de la democracia, que es por donde pasa la solución.

Cómo me acuerdo ahora, Nicolás, del libro: “Dos Visiones de España” que te regalé, en el que se recoge el debate parlamentario entre Azaña y Ortega y Gasset. ¿Recuerdas la altitud de miras, riqueza de argumentos y ausencia de descalificaciones mezquinas con que defendían sus propuestas y dirimían sus diferencias? Con ellos al frente, Nicolás, no se habría llegado nunca a una política tan crispante y tan de bajos vuelos

sábado, 19 de diciembre de 2009

Por la dignidad de la vida en el campo (Despoblación II)

Me dices que compartes la anterior, pues venga: sigamos y comentemos cómo se las arreglaron para vaciar los pueblos de gente y hacinarnos a todos en las colmenas de los barrios dormitorio de las ciudades.

Tras la guerra, y según se iba tecnificando el campo, cada vez sobraba más gente en los pueblos. Y mira por donde, todo ese sobrante era mano de obra que precisaba el capital en la ciudad; de ahí que, amparados en su régimen totalitario, buscaran las maneras de acelerar el proceso de dejar los pueblos vacíos de gente, creando unas bases subjetivas alienantes que estimularan el éxodo masivo y que no se sintiera el mismo como un trauma, sino como una marcha hacia el paraíso, o casi.

Sublimaron la propaganda sobre las excelencias de la vida en la ciudad, desprestigiaron en la misma medida la vida del campo, promocionaron el seiscientos y el cutis fino como símbolos del mejor vivir y del progreso en la capital y la figura del paleto con su cara ennegrecida y curtida, como icono de ignorancia, brutalidad, incultura y de vida inferior llena de penalidades, lograron que ambas propagandas calaran en la población y, puestas las cosas así, pues nada, todos pallá, y paleto el que se quede.

Merced a esa superestructura propagandística también articulada, consiguieron al cien por cien los objetivos que pretendían de nosotros; consiguieron que superáramos sin traumas aparentes, el dejar atrás raíces, vivencias, costumbres, familia, amigos, libertad, etc. y que, como unos jabatos/as, aceptáramos con enajenada satisfacción ser almacenados en los barrios dormitorios entre enjambres de desconocidos, hacernos amigos del despertador y de la máquina de fichar, asimilar el trabajo en cadena y robotizado, asumir los agobios y los atascos con santa resignación, aprender a endeudarnos con préstamos para vivienda y coche, anhelar las horas extraordinarias para aligerar deudas y, en fin, toda una retahíla de cambios “altamente gratificantes.”

Y así fue como el mundo rural se quedó sin gente, sin posibilidades de un desarrollo paralelo al de la agricultura y, para colmo, con su dignidad pisoteada y humillada a través de una propaganda que parece que nadie dirigía, pero que por toda España corría. Y tanto caló la vejación, que parecía que no habido existido nunca agricultura ni ganadería, ya que nadie reconocía haber arado o cuidado animales, porque a quien osaba decirlo se le tildaba de paleto y ya iba apañado. Es decir, se nos llevaron a la capital a engordarles su cartera y, encima, denigraron la vida de nuestros pueblos y la imagen de sus gentes, o sea a nosotros mismos, hasta el extremo de tener que ocultar por miedo al rechazo social la procedencia de nuestras honestas y dignísimas raíces de arado y morral.

Así que, Nico, para repoblar nuestros pueblos, no sólo necesitamos planes integrales, que por supuesto, sino a la par una tarea permanente de recuperación de la dignidad y el orgullo de la vida en el mundo rural, que no es mejor ni peor que la de la ciudad, sino muy distinta y, en cualquier caso, incomparable y única para quienes nos gusta vivir en campo, que leches.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El por qué del brutal desequilibrio ciudad-campo (Despoblación I)

Sin perjuicio de seguir comentando la actualidad, Nicolás, creo que debemos retomar lo que es entre nosotros la preocupación principal; esto es, analizar el hecho de la despoblación y exponer ideas que puedan ser valiosas para invertir la tendencia y recuperar población; todo ello, visto desde las necesidades de nuestra comarca de Molina. Y como el asunto lo vamos a tratar desde distintos ángulos y en varias cartas relacionadas entre sí, si te parece, a todas las que se refieran directamente a esta cuestión, les agreguemos la palabra: Despoblación. ¿De acuerdo?

Pues bien, vayamos ya al grano y empecemos por constatar que la despoblación del mundo rural de nuestro país, se ha producido de un modo salvaje en contraste con las democracias europeas, cuyo fenómeno fue de proporciones infinitamente menores. La causa de ese antagonismo es que, mientras en aquellas, se llevó a acabo a su debido tiempo un proceso de industrialización, que abarcó también a las áreas rurales; en nuestro país, por el contrario, se llegó tarde y mal a todos los cambios (revolución burguesa, revolución industrial, tecnificación…) y, además, salvo dignos intentos, siempre sofocados por las fuerzas más reaccionarias, nunca se tuvo la voluntad de promover la industria y el comercio en el mundo rural, a pesar de la excelente oportunidad que brindaba el contar con un campo tan rico en materias primas.

Y si las cosas venían ya torcidas, no se iban a enderezar precisamente en la época franquista, donde al amparo de un régimen totalitario, campó a sus anchas un capitalismo financiero y monopolista voraz que, entre sus estragos socioeconómicos, el mayor de todos fue la total marginación del campo, cuyo mejor paradigma lo tenemos en la Andalucía de los terratenientes, que en vez de utilizar su dinero para modernizar sus latifundios y crear empresas en su Región, incluidas las derivadas de los productos del campo, se fueron a las grandes urbes con su capital a formar parte del entramado financiero y especulativo del capitalismo de este país, empujando a los jornaleros a una emigración masiva, principalmente a Cataluña.

Los resultados de una y otra política están a la vista: En Europa los únicos desequilibrios poblacionales dignos de mención, se derivan de condiciones orográficas o climatológicas muy adversas, mientras que en nuestro país, se ha quedado sin gente toda la basta superficie rural de la España interior, sin que mediaran esos imponderables físicos. En Europa se ha podido reabsorber la población sobrante que iba generando la tecnificación de la agricultura de un modo racional y sin necesidad de grandes huidas hacia las grandes urbes, mientras que en España se resolvió mediante un brutal y masivo éxodo del campo hacia la ciudad, ya que las áreas rurales no las habían preparado para ofrecer soluciones alternativas. Y, consecuencia de ello es, que seamos de una manera abismal, el país de Europa que tiene el desequilibrio poblacional más salvaje entre la ciudad y el campo.

Quizás pienses, Nico, que sobraba esta carta, que a vuela pluma te escribo, pues se que los dos coincidíamos a priori y en general, en los orígenes de la despoblación del mundo rural en España; pero si vamos a seguir hablando de ello con la profundidad y seriedad que nos proponemos, lo mejor era -me parecía a mí- empezar por refrescar los antecedentes. Seguiremos con el tema.

El brutal desequilibrio entre la ciudad y el campo

Sin perjuicio de seguir comentando la actualidad, Nicolás, creo que debemos retomar lo que es entre nosotros la preocupación principal; esto es, analizar el hecho de la despoblación y exponer ideas que puedan ser valiosas para invertir la tendencia y recuperar población; todo ello visto desde las necesidades de nuestra comarca de Molina.

Y como el asunto lo vamos a tratar desde distintos ángulos y a través de varias cartas, que seguramente tendrán relación entre sí y habrá que repasar de vez en cuando, pues lo mejor será, si te parece, que a todas las que se refieran directamente a esta cuestión, les agreguemos el subtítulo: Despoblación. ¿De acuerdo?

Pues bien, vayamos ya al grano y empecemos por constatar que la despoblación de nuestro país, se ha producido de un modo mucho más salvaje que en las democracias europeas. La principal causa de tan colosal antagonismo radica en que, mientras en aquellas se llevó a acabo a su debido tiempo un proceso de industrialización, que abarcó también a las áreas rurales; en nuestro país, por el contrario, se llegó tarde y mal a todos los cambios (revolución burguesa, revolución industrial, tecnificación…) y, además, nunca se tuvo la voluntad de promover la industria y el comercio en el mundo rural, a pesar de la excelente oportunidad que brindaba el contar con un campo tan rico en materias primas. Digo, nunca, porque estoy hablando genéricamente, aunque es de justicia no olvidar, que hubo momentos, siempre sofocados, en los que gentes de progreso y de bien intentaron la modernización del campo y la reforma agria.

Y si las cosas venían torcidas, no se enderezaron precisamente en la época franquista, donde al amparo de un régimen totalitario, campó a sus anchas un capitalismo financiero y monopolista voraz, que entre sus estragos socioeconómicos, el mayor de todos fue la margnización total del campo; cuyo mejor paradigma lo tenemos en la Andalucía de los terratenientes, que en vez de utilizar su dinero para modernizar sus latifundios y para crear empresas en su Región, incluidas las derivadas de los productos del campo, se fueron con su capital a las grandes urbes a formar parte de la red financiera y especulativa del capitalismo de este país, obligando a los jornaleros andaluces a emigrar masivamente, principalmente hacia Cataluña.

Los resultados de una y otra política están a la vista: En Europa los únicos desequilibrios poblacionales dignos de mención, se derivan de condiciones orográficas o climatológicas muy adversas, mientras que en nuestro país, se ha quedado sin gente toda la basta superficie rural de la España interior, sin que mediaran esos imponderables físicos. En Europa se pudo reabsorber la población sobrante que iba generando la tecnificación de la agricultura de un modo racional y sin necesidad de espectaculares huidas a las grandes urbes, mientras que en España se resolvió mediante un brutal y masivo éxodo del campo hacia la ciudad, ya que el campo no lo habían preparado para ofrecer soluciones alternativas. Y, consecuencia de ello es, que seamos de una manera abismal, el país de Europa que tiene el desequilibrio poblacional más bestial y escandaloso entre la ciudad y el campo.

Quizás pienses, Nico, que estaba de más esta carta, que a vuela pluma te escribo, pues se que los dos coincidíamos a priori y en general en los orígenes de la despoblación del mundo rural en España; pero si vamos a seguir hablando de ello con la profundidad y seriedad que nos hemos propuesto, lo mejor era -me parecía a mí- empezar por refrescar los antecedentes. Seguiremos con el tema.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Datos que hablan por sí solos

La tuya me indica, que en esto de la marca turística andas un poco perdido. Este asunto, ciertamente, es más complejo que otros de los que hemos hablado, ya que está por medio la JCCM tratando de confundir para evitar que se perciba lo menos posible el alcance de la faena que acaban de hacerle a la comarca. 

Pero la fórmula para aclarase es la de siempre: ir a los hechos y separar el grano de la paja. Y el primer hecho apabullante es, el que indican los números que te pongo delante de los ojos relativos a la inversión pública en promoción y dinamización turística en distintas áreas de esta comarca, que han realizado en todo lo que va de siglo XXI. Estos son en cifras redondas: Con destino al Alto Tajo, 6.900.000 euros, que serían 9.400.000, si contara los dos millones y medio del el Fondo Verde que reciben en exclusiva los municipios encuadrados en esa parte de la comarca. Con destino a Molina ciudad, 280.000 euros, o sea, veinticinco veces menos que el Alto Tajo. Y con destino al área de los otros casi sesenta pueblos de la comarca, ajo y agua, es decir, cero eurosSí, Nico, sí, arbitrario, sectario, escandaloso y lo que tú quieras, pero cierto. Y si necesitas el desglose de costes por conceptos, te lo puedo mandar. 

El segundo hecho, complementario del primero, es que la marca turística Molina y Alto Tajo que simulan haber puesto ahora en el mercado, era una criatura que llevaba ya varios años por el mundo y lo único que han hecho ahora es vestirla de largo. Todo ese afán de bautizar como comarca Molina y Alto Tajo o Alto Tajo a secas a todo lo que ellos pudieran tutelar en esta tierra, no era inocente, sino el elemento necesario para que fuéramos asimilando como quien no quiere la cosa, la arbitraria imagen de comarca turística que nos vienen imponiendo de hecho y que pretenden perpetuar. 

Con su Molina Alto Tajo a cuestas, nacieron la asociación promotora del Leader creada en 2002 y, asimismo, la única asociación de turismo de ámbito comarcal, que hay en la zona. De la misma denominación están inundadas las páginas de la JCCM y con análoga cantinela nos viene mareando una y otra vez los principales voceros del gobierno regional. 

Para remachar, sacan meses atrás, una página Web con idéntica denominación. Y para mayor redundancia, tienen decidido desde hace tiempo ponerle al parador de Molina, Puerta de desvío del turismo hacia el Alto Tajo. Perdón, Nico, quiero decir: Puerta del Alto Tajo. Tercer hecho, el compromiso alcanzado por La Otra Guadalajara con la JCCM de hacer y promocionar una marca turística que fuera representativa de toda la comarca y de todo su turismo, era el paso necesario a dar, y no sólo para poner fin a tanta arbitrariedad efectuada con el dinero público de todos, sino porque es lo que precisa la comarca-¡toda la comarca!- con suma urgencia, ya que se trata de un producto en alza, que es, con mucho, el principal recurso al que acogerse para intentar invertir la tendencia ante la crítica situación de despoblación.

Sólo hace falta utilizar el sentido común, para darse cuenta que la oferta turística es infinitamente más atrayente, promocionando el rico y variado turismo de toda la zona en conjunto, que siguiendo con la reducida oferta de un sólo componente, el paisaje, y en una sola parte, el Alto Tajo. Y si es mucho más rica, completa y atrayente para toda la comarca, también lo es para la parte del Alto Tajo. Por todo esto, la ruptura de la JCCM con el compromiso adquirido, con el fin proseguir con la nefasta y arbitraria política que viene haciendo, es un paso atrás de muy graves consecuencias para toda la comarca, aunque para unas partes, mucho más que para otras.
 
Una aclaración formal: Es evidente que la naturaleza del compromiso entre La Otra Guadalajara y la JCCM resaltado en el párrafo anterior, obligaba a circunscribir el nombre de la marca exclusivamente a aquellas denominaciones que fueran representativas y globalizadoras de toda la comarca, fuese Señorío de Molina, Tierra Molina, Tierra y Señorío de Molina u otras genéricas semejantes. Y por la misma naturaleza del acuerdo, excluía todos los nombres que representaran tomar una parte de la comarca por el todo de la misma e imponer una de sus áreas en detrimento de otras, que es lo que ha hecho la JCCM con su marca Molina y Alto Tajo, por lo cual, no puede estar más claro su incumplimiento del compromiso adquirido; algo que puede entender hasta el más membrillo de los mortales. 
 Espero que esta carta te haya ayudado a forjarte una idea del por qué la JCCM se ha echado para atrás en su compromiso con la Otra Guadalajara y de las negativas consecuencias que ello va a tener para nuestra tierra. Pero el Molina y Alto Tajo tiene, además, otro lado del asunto muy feo, que se inscribe en el contesto de una denodada lucha por acabar con la identidad de esta comarca, de lo cual, ya te hablaré otro día.

martes, 1 de diciembre de 2009

Artículo de Carlos Sanz Establés

Cambio de idea, Nicolás. Hoy te mando este artículo-un poco largo, pero vale la pena leerlo- publicado en Tierra Molinesa por Carlos Sanz Establés, Escritor y periodista; Vicesecretario de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, Presidente de la Asociación de Prensa de Guadalajara y nativo de Cubillejo de la Sierra. Otro día te hablaré de lo te dije en la carta anterior

"TAJO, GALLO, MESA Y PIEDRA"

"Mírese como se quiera, no importa; lo de la Junta de Comunidades con Molina de Aragón y su Señorío, es decir, su Comunidad histórica, o comarca, o partido judicial, o conjunto de pueblos de un territorio determinado y mencionado en el Estatuto de Autonomía, es una relación de amor y odio, a partes iguales, o tal vez un querer y no acertar nunca, simplemente por falta de sensibilidad hacia la diversidad de una tierra, ni mejor ni peor que otra de Castilla-La Mancha, pero sí distinta, diferente, tal y como lo atestigua la mención expresa que se hizo hace años en el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha y que parece servir para poco. Si hubiese sensibilidad, algo de sensibilidad de verdad y no sólo de cara a la galería, bastaría con recordar levemente esa mención explícita al hecho histórico molinés en el Estatuto para evitar algunos errores de bulto que se cometen con esta tierra castellana. El último, la marca turística definida bajo el nombre Molina y Alto Tajo.

La marca turística exclusiva de la comarca nace como atención a una de las reivindicaciones del movimiento ciudadano La Otra Guadalajara, que, entre sus méritos, cabe destacar el estado de nervios generalizado que ha provocado en buena parte de la clase política, lo cual, así, de entrada, además de ser muy divertido está siendo muy positivo para el Señorío de Molina. Y si bien nadie debería dudar de la buena voluntad de la Junta de Barreda con esta iniciativa, al final el resultado ha acabado cabreando a los molineses de La Otra Guadalajara, y a otros muchos, y volviéndose en contra de la propia Junta, porque, una vez más, se ha hecho con criterios ajenos a la realidad de la comarca, a sus necesidades, a su tradición y concepto histórico, es decir, ha vuelto a hacerse por pura mecánica política, sin convencimiento alguno en lo que se hace, sin sensibilidad y, probablemente, bajo la dirección técnica de alguna empresa especializada que no sabe nada del Señorío de Molina, de sus sexmas, de sus gentes, de sus sentimientos, que a fin de cuentas, esto también es un problema de sentimientos.

Alguien podrá acabar creyendo, y está en su derecho, que, en realidad, se trata de una buena iniciativa muy bien gestionada y que aquellos que se oponen a la marca Molina y Alto Tajo son algunos chalados con tendencias separatistas y hasta mentalidad medieval. Y con eso se autoconvencen, pues bien está. Pero a todos nos resultaría extraño que la marca España sea vendida en el extranjero con una parte de la misma, aunque fuera utilizando para ello la admirada Andalucía, la verde Asturias o la moderna Cataluña, nadie lo entendería. Como tampoco se entiende en Guadalajara que nos confundan con La Mancha. Pues bien, muchos no entienden en Molina que se pretenda confundir la parte con el todo, que se desprecie el rico norte molinés con su románico rural, el valle del Mesa, las casonas molinesas de la agrícola sexma del Campo, los singulares y espectaculares yacimientos celtibéricos que se extienden por toda la comarca, el río Gallo, el barranco de la Hoz, el monumento natural de la Sierra de Caldereros, el castillo de Zafra, el río Piedra, y esto, en verdad, es un pecado del que nadie en Molina debería ser cómplice.

La comarca de Molina de Aragón no es sólo Molina, la capital, y el Alto Tajo, es eso, sí, pero mucho más que eso. Hubiera bastado que los responsables de esta iniciativa conociesen la mención expresa del hecho histórico molinés en el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha para darse cuenta de esa realidad, de que la historia, la cultura, las tradiciones, la gastronomía, la arquitectura religiosa, la arquitectura civil y militar, el patrimonio natural del Alto Tajo, del Sabinar, del Mesa o de Caldereros, que los espacios naturales del Gallo, el Piedra o el Mesa, todas estas cosas que tanto juegan a favor del turismo, están unidas indisolublemente a todo una comarca, a la Comunidad de Molina, a Tierra Molina, a Tierra de Molina, a Tierra Molinesa, al Señorío de Molina –si, señores, si, el Señorío de Molina o el Reino de España, ¿Por qué nos cuesta tanto hablar con propiedad de estas realidades?-, para haber hecho las cosas de otra manera sin necesidad de que el movimiento La Otra Guadalajara hubiera tenido que dirigirse primero por carta a José Maria Barreda, advirtiéndole incluso ante de producirse, con muy poco éxito por cierto, de este error, y después en un comunicado público rechazando la propuesta de marca turística para la comarca molinesa. 
Carlos Sanz.