Aunque con un poco retraso, Félix, te respondo al comentario que hacías en mi carta anterior Fascismo parlamentario en Grecia, donde dejabas un hado de duda acerca de si los ayuntamientos serían capaces de enfrentarse a los poderes institucionales y políticos y jugar el papel que les corresponde.
Efectivamente, amigo Félix, ahí reside el quid de la cuestión, porque si los pequeños municipios fueran capaces de estar a la altura de sus deberes, sin duda que recuperarían el prestigio perdido ante la ciudadanía y obtendrían su apoyo activo ante cualquier intento de proscribirlos. Precisamente, lo preocupante de Grecia no es sólo que los socialistas helenos hayan aprobado en el parlamento la medida de suprimir dos tercios de ayuntamientos, sino también, que los municipios y pueblos afectados no se hayan movilizado resueltamente para impedirla.
Para recuperar ese prestigio se necesita, un profundo cambio democrático municipal, con medidas que impidan a las fuerzas políticas poder tutelar y chantajear a los ayuntamientos. Se precisa ante todo, y con urgencia, una Ley de financiación municipal que dote de recursos económicos propios y suficientes a los municipios para que ellos mismos puedan decidir con autonomía sobre sus asuntos y establecer sus prioridades. Y se precisa, asimismo, sustituir el sistema de listas cerradas y bloqueadas por otro que cree las condiciones para que los ediles no tengan que estar sometidos a sus partidos, sino a la voluntad de sus electores, que son quienes los eligen.
Por otro lado, los municipios pequeños están urgidos a cambiar la actual política conformista, de campanario y trasnochada en algunos aspectos en la que andan sumidos y sustituirla por otra más actualizada, que de soluciones a los problemas reales del momento, tanto a los específicos de cada municipio como, sobre todo, a los supramunicipales, que son todavía mayores y mas urgentes, pero que los ayuntamientos no están tomando en sus manos por ahora.
Ocurre, sin embargo, amigo Félix, que si los ediles municipales no están luchando por nada de lo que acabo de describirte en los dos párrafos anteriores, no es porque no lo vean, sino porque nada de ello es del interés de las fuerzas políticas a las que les deben el cargo, y la mayoría sucumben ante ellas. Ya se que no debería ser así, pero lamentablemente, lo es. Te expongo en qué consiste básicamente ese tutelaje a mi modo de ver:
Sabes como yo, que los partidos, y más cuanto más grandes, son puras máquinas electorales superburocratizadas, a cuya militancia de base le asignan dos funciones: La primera y principal, responder presta cada vez que el partido necesite movilizarlos -casi siempre para respaldar actos electorales- y la segunda, no hacer más política en los ámbitos de base donde viven, que aquella que se decida y controle desde arriba. Para una política así, se requiere una militancia de adhesión, incondicional, acrítica con las decisiones del partido y que no tenga la pretensión de hacer política propia en su ámbito.
Con semejante modelo de partidos, no es posible militar en sus filas, y menos aún acceder a puestos de más responsabilidad, a quienes posean la fea costumbre de tener opinión y criterios propios. Quien pretenda militar sin renunciar a su derecho de opinar con libertad, ya sabe lo que le espera: será considerado como alguien incómodo y no se le permitirá acceder a organismos o cargos de cualquier responsabilidad en el partido y en las instituciones, los cuales quedan reservados para los militantes mas incondicionales, entre los que se hallan también todos los arribistas, que andan ávidos de encontrar el momento de dar cauce a sus ambiciones oportunistas.
Es precisamente con la parte de su militancia más incondicional y oportunista, con la que los dirigentes burócratas del partido confeccionan sus candidaturas municipales. Sólo en los casos en que no encuentran gente de ese perfil y, antes que no presentar a nadie, tragan con otros candidatos que no les son tan agradables. Y, por si les faltaba algo para hacer las candidaturas a su medida, todavía cuentan con el antidemocrático sistema de listas cerradas y bloqueadas -desechado en todos los países con tradición democrática- para obligarnos a votar una determinada lista y, además, por el orden que ellos nos la impongan.
Una vez elegidos, poco cabe esperar de unos ediles que le deben el cargo a quienes los colocaron en las listas. Y por si no fuera suficiente para controlar el cotarro, todavía cuentan los dirigentes burócratas con la herramienta de las ayudas a los ayuntamientos, que como sabrás, Félix, son ayudas graciables que se conceden a los municipios desde las altas instancias y que llevan implícito un fuerte componente de tutelaje y chantaje, dado que también pueden no concederse o llegar mermadas, si los ediles a quienes deben otorgárselas no son de su agrado. Y si hay concejales o alcaldes que a pesar de todos los obstáculos descritos, aún se atreven a saltárselos y poner por delante los intereses de sus ciudadanos, pues los aguantarán de mala gana y aprovecharán para vengarse a la siguiente legislatura, excluyéndolos de las nuevas listas.
Tanto condicionamiento y tutelaje, Félix, es un gran impedimento para que los ediles puedan llevar a cabo la política que desearían hacer si se sintieran más libres. Sin embargo, este sometimiento de los cargos municipales a las fuerzas políticas, no suele afectar a la gestión de los municipios medianos y grandes, porque dichas fuerzas, como maquinarias electorales que son, procuran que se haga en ellos la mejor política posible, dado que es ahí donde están los principales caladeros de votos. En cambio, para los pequeños municipios el tutelaje es una lacra de consecuencias funestas, porque va encaminado a conseguir que los ayuntamientos se conformen sin rechistar con muchísimo menos de lo que precisan, ya que cuanto menos dinero se gaste en las zonas que aportan tan pocos votos, más queda para derivarlo hacia áreas más pobladas y, por ende, de mucho mayor rédito electoral.
Espero, Félix, haberte dado razones suficientes del por qué la mayoría de los ediles de los pequeños municipios, no van a ser los que mayor cara le planten a los de arriba, ni tampoco van a constituir a priori la vanguardia del cambio de actitud y de política municipal que se necesita.
Sin embargo, urge salir del pozo y empezar a cambiar la actual tendencia, porque hay muchas necesidades por resolver que no están para más esperas y porque hay que empezar a aportar claridad ante los nubarrones que se ciernen sobre el horizonte, donde el jefe del partido de la alternancia ve con simpatía lo de Grecia y el segundo jefe del partido que gobierna, todavía llega mucho más lejos y propone en España algo parecido, basándose en solemnes e intolerables falacias. En la siguiente, Félix, terminaré de responderte. Te hablaré de lo que, a mi juicio, encierran esos nubarrones y de lo que se puede y se debe hacer desde ya mismo a favor de los pequeños municipios desde nuestros pueblos y nuestras comarcas, para que estos, a pesar de todo, empiecen a jugar su imprescindible papel.
Efectivamente, amigo Félix, ahí reside el quid de la cuestión, porque si los pequeños municipios fueran capaces de estar a la altura de sus deberes, sin duda que recuperarían el prestigio perdido ante la ciudadanía y obtendrían su apoyo activo ante cualquier intento de proscribirlos. Precisamente, lo preocupante de Grecia no es sólo que los socialistas helenos hayan aprobado en el parlamento la medida de suprimir dos tercios de ayuntamientos, sino también, que los municipios y pueblos afectados no se hayan movilizado resueltamente para impedirla.
Para recuperar ese prestigio se necesita, un profundo cambio democrático municipal, con medidas que impidan a las fuerzas políticas poder tutelar y chantajear a los ayuntamientos. Se precisa ante todo, y con urgencia, una Ley de financiación municipal que dote de recursos económicos propios y suficientes a los municipios para que ellos mismos puedan decidir con autonomía sobre sus asuntos y establecer sus prioridades. Y se precisa, asimismo, sustituir el sistema de listas cerradas y bloqueadas por otro que cree las condiciones para que los ediles no tengan que estar sometidos a sus partidos, sino a la voluntad de sus electores, que son quienes los eligen.
Por otro lado, los municipios pequeños están urgidos a cambiar la actual política conformista, de campanario y trasnochada en algunos aspectos en la que andan sumidos y sustituirla por otra más actualizada, que de soluciones a los problemas reales del momento, tanto a los específicos de cada municipio como, sobre todo, a los supramunicipales, que son todavía mayores y mas urgentes, pero que los ayuntamientos no están tomando en sus manos por ahora.
Ocurre, sin embargo, amigo Félix, que si los ediles municipales no están luchando por nada de lo que acabo de describirte en los dos párrafos anteriores, no es porque no lo vean, sino porque nada de ello es del interés de las fuerzas políticas a las que les deben el cargo, y la mayoría sucumben ante ellas. Ya se que no debería ser así, pero lamentablemente, lo es. Te expongo en qué consiste básicamente ese tutelaje a mi modo de ver:
Sabes como yo, que los partidos, y más cuanto más grandes, son puras máquinas electorales superburocratizadas, a cuya militancia de base le asignan dos funciones: La primera y principal, responder presta cada vez que el partido necesite movilizarlos -casi siempre para respaldar actos electorales- y la segunda, no hacer más política en los ámbitos de base donde viven, que aquella que se decida y controle desde arriba. Para una política así, se requiere una militancia de adhesión, incondicional, acrítica con las decisiones del partido y que no tenga la pretensión de hacer política propia en su ámbito.
Con semejante modelo de partidos, no es posible militar en sus filas, y menos aún acceder a puestos de más responsabilidad, a quienes posean la fea costumbre de tener opinión y criterios propios. Quien pretenda militar sin renunciar a su derecho de opinar con libertad, ya sabe lo que le espera: será considerado como alguien incómodo y no se le permitirá acceder a organismos o cargos de cualquier responsabilidad en el partido y en las instituciones, los cuales quedan reservados para los militantes mas incondicionales, entre los que se hallan también todos los arribistas, que andan ávidos de encontrar el momento de dar cauce a sus ambiciones oportunistas.
Es precisamente con la parte de su militancia más incondicional y oportunista, con la que los dirigentes burócratas del partido confeccionan sus candidaturas municipales. Sólo en los casos en que no encuentran gente de ese perfil y, antes que no presentar a nadie, tragan con otros candidatos que no les son tan agradables. Y, por si les faltaba algo para hacer las candidaturas a su medida, todavía cuentan con el antidemocrático sistema de listas cerradas y bloqueadas -desechado en todos los países con tradición democrática- para obligarnos a votar una determinada lista y, además, por el orden que ellos nos la impongan.
Una vez elegidos, poco cabe esperar de unos ediles que le deben el cargo a quienes los colocaron en las listas. Y por si no fuera suficiente para controlar el cotarro, todavía cuentan los dirigentes burócratas con la herramienta de las ayudas a los ayuntamientos, que como sabrás, Félix, son ayudas graciables que se conceden a los municipios desde las altas instancias y que llevan implícito un fuerte componente de tutelaje y chantaje, dado que también pueden no concederse o llegar mermadas, si los ediles a quienes deben otorgárselas no son de su agrado. Y si hay concejales o alcaldes que a pesar de todos los obstáculos descritos, aún se atreven a saltárselos y poner por delante los intereses de sus ciudadanos, pues los aguantarán de mala gana y aprovecharán para vengarse a la siguiente legislatura, excluyéndolos de las nuevas listas.
Tanto condicionamiento y tutelaje, Félix, es un gran impedimento para que los ediles puedan llevar a cabo la política que desearían hacer si se sintieran más libres. Sin embargo, este sometimiento de los cargos municipales a las fuerzas políticas, no suele afectar a la gestión de los municipios medianos y grandes, porque dichas fuerzas, como maquinarias electorales que son, procuran que se haga en ellos la mejor política posible, dado que es ahí donde están los principales caladeros de votos. En cambio, para los pequeños municipios el tutelaje es una lacra de consecuencias funestas, porque va encaminado a conseguir que los ayuntamientos se conformen sin rechistar con muchísimo menos de lo que precisan, ya que cuanto menos dinero se gaste en las zonas que aportan tan pocos votos, más queda para derivarlo hacia áreas más pobladas y, por ende, de mucho mayor rédito electoral.
Espero, Félix, haberte dado razones suficientes del por qué la mayoría de los ediles de los pequeños municipios, no van a ser los que mayor cara le planten a los de arriba, ni tampoco van a constituir a priori la vanguardia del cambio de actitud y de política municipal que se necesita.
Sin embargo, urge salir del pozo y empezar a cambiar la actual tendencia, porque hay muchas necesidades por resolver que no están para más esperas y porque hay que empezar a aportar claridad ante los nubarrones que se ciernen sobre el horizonte, donde el jefe del partido de la alternancia ve con simpatía lo de Grecia y el segundo jefe del partido que gobierna, todavía llega mucho más lejos y propone en España algo parecido, basándose en solemnes e intolerables falacias. En la siguiente, Félix, terminaré de responderte. Te hablaré de lo que, a mi juicio, encierran esos nubarrones y de lo que se puede y se debe hacer desde ya mismo a favor de los pequeños municipios desde nuestros pueblos y nuestras comarcas, para que estos, a pesar de todo, empiecen a jugar su imprescindible papel.
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