Y bien, Félix y Nicolás, no creo que nos quepa otra a las comarcas y municipios amenazados por las declaraciones de José Blanco, que permanecer alerta y dar los pasos procedentes para que esas amenazas u otras semejantes no puedan materializarse nunca.
Es evidente que si un día los grandes partidos decidieran tomar la medida de proscribir los ayuntamientos pequeños, procurarían que los ediles municipales afectados no se volvieran en su contra. Si fuera ahora, se aprovecharían de que casi todos los ediles son militantes suyos y de que los tienen habituados a no hacer más política municipal que la que ellos dictan, sea o no sea coincidente con las principales necesidades de los ciudadanos que los han votado. Y se aprovecharían, asimismo, de las horas bajas por las que pasan ahora los ayuntamientos en cuanto a credibilidad y prestigio, como consecuencia de no estar atendiendo debidamente el conjunto de las necesidades locales y comarcales de los ciudadanos a los que representan
Por otro lado, tampoco hay duda, que para eliminar, desatender o no impulsar las infraestructuras y servicios que no sean rentables, o sea, los de las áreas más despobladas, como pretende el rudo ministro, tampoco cuentan por ahora con la oposición de los pequeños municipios, ya que los partidos tienen deliberadamente entretenidos a sus ediles en la política de campanario, a la vez que procuran que no se planteen que la mayoría de las necesidades de cada pequeño municipio están fuera de sus mojoneras, son de carácter comarcal e implica construir la unidad supramunicipal de los ayuntamientos en cada comarca natural para abordarlos y solucionarlos.
Problemas como los de enseñanza, sanidad, transporte, comunicaciones terrestres, telecomunicaciones, promoción del turismo, medio ambiente, apoyo a las iniciativas productivas etc. etc. sólo tienen planteamiento, concreción y plasmación en el ámbito de cada zona natural, es decir, en el de la comarca. Por lo tanto, las pretensiones de Blanco, de materializarse ahora mismo, cogerían a los pequeños municipios en flagrante fuera de juego y no serían obstáculo alguno, para llevar a cabo sus antisociales y anticonstitucionales pretensiones que, por otra parte, desdicen sus propios planes rurales de desarrollo sostenible, que tienen aprobados desde 2007
Así pues, mis queridos amigos, hoy por hoy no son los ediles de los pequeños municipios la punta de lanza contra las pretensiones de Blanco, si no la retaguardia. Quede claro que hablo en términos generales, pues también hay algunos ediles más osados/as o más independientes, que no tragan por todo e intentan hacer una política municipal digna y adaptada a lo que demanda la actual situación.
Tras lo dicho hasta aquí, tras dejar probado, creo yo, que en general los ayuntamientos no están a lo que deberían estar, que existe un gran vacío municipal respecto a las tareas que deberían estar acometiendo, me voy a ceñir a mi propia experiencia que es como mejor puedo explicar las tareas que nos aguardan en las comarcas rurales, para luchar contra la despoblación, por el desarrollo y por una calidad de vida digna, que es a la vez, el mejor antídoto para que las malas intenciones de estos personajes no puedan prosperar nunca.
Fui diez años alcalde de Adobes, empecé practicando también la política localista de campanario, entendí poco a poco que así no se iba a ningún lado y que había que abordar la política municipal de otra manera distinta a la ya caduca -incluso en el interior de cada municipio- en la que nos quieren seguir teniendo sumidos los principales partidos y, sobre todo, me fui dando cuenta que la mayoría de los principales problemas que afectan a cada uno de nuestros pequeños pueblos son de carácter comarcal y que es en ese ámbito donde deben sustanciarse. Intenté junto a algunos otros ediles de la comarca defender esa nueva política desde dentro, chocamos contra el trasnochado inmovilismo partidista y comprobamos lo estéril de nuestras pretensiones.
A partir de ese intento tan frustrante e inútil, decidí seguir poniendo mi grano de arena desde fuera del municipalismo junto a otras personas, pero por las mismas reivindicaciones que pretendíamos desde dentro y que la mayoría de los ediles no se atreven a asumir, al no respaldarlas sus partidos. Consideré que era esta la manera más útil de luchar por nuestros pueblos, al menos en una primera etapa, y creo que tomé el camino correcto.
Esta experiencia, aquí esbozada, es la que os voy a seguir explicando, amigos Félix y Nicolás, en mi carta siguiente, porque la considero positiva y, a mi juicio, válida para la mayoría de las comarcas rurales, cuya problemática es muy similar en cuanto a problemas y necesidades a resolver y, desgraciadamente, muy parecida también en lo relativo a la postura y actitud de sus municipios, que no en vano, están tutelados por los mismos partidos.
Lo que os voy a contar en la siguiente, quede claro, implica transitar por un camino largo y escacobroso, pero yo al menos, no veo otra senda, ni tampoco atajos.
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