No te hablo, Nicolás, de qué pasará estos días, ni siquiera
en los próximos meses, porque ocurra lo que ocurra en este tiempo, no van a
cambiar en nada las dos únicos escenarios que caben ante el conflicto catalán.
No me interesa, entrar en el día a día de los hechos que están
aconteciendo en Cataluña, porque soy demasiado fervoroso de la reflexión y el análisis
y de poner las luces largas y, por lo mismo, no tengo ni quiero tener espacio
en este debate de vísceras, que no emocional, existente. ¡Un respeto a las emociones! No me interesa
tampoco, porque ocurra lo que ocurra ahora, no cambia en nada las tesis que mantengo.
Para ser exactos, escucho y leo con atención plena algunas opiniones
sensatas -entre ellas las de las alcaldesas de las dos ciudades más grandes de España en el Intermedio de la Sexta- que tienen la fortuna de abrirse paso en medio tanto visceralismo
mediático, político y del poder judicial dependiente y al servicio de sus amos políticos
¿Acaso no es opinión generalizada que no existe independencia del poder judicial?.
Pues eso.
Sabes que soy partidario del derecho a decidir libre y pactado de la
ciudadanía, allá donde se dé un conflicto de envergadura del tipo que sea,
tanto por convicción democrática, como porque no hay ni un solo caso en la historia
de la humanidad donde tras decidir las posturas en litigio votando, no
haya traído la paz. La razón es sencilla de entender:
Una parte de la ciudadanía
nunca se levanta contra la otra parte, después de haber decidido ella
misma sus diferencias en las urnas. Sólo se levantan cuando las fuerzas políticas, económicas
y la ley les privan de ese derecho y se
ponen a favor de una de las dos partes.
Seguiremos hablando, pero cuando escampe, porque mientras siga
la tormenta, aunque sea persona de sangre caliente, he aprendido a controlar mis vísceras al
cien por cien, y en mí solo manda lo que me dicta la mente, que siempre la pongo
a enfriar antes de ponerla a a pensar
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