Hola Nicolás ¡Qué olvidado
te tengo! Y es que la confianza…
Fíjate en la fecha, es día
27, que no 28. Te lo digo, Nicolás, para que no pienses que mi afirmación de que gran culpa que en Andalucía gobierne la derecha la tiene Adelante Andalucía (A.A) es
una inocentada. Ojala fuera inocentada, pero es una realidad, de
acuerdo con mi análisis. A.A no ha sido consciente en ningún momento de la responsabilidad histórica que le tocaba jugar e hizo la peor campaña electoral que cabía imaginar.
Si de algo no es
sospechoso el votante convencionalmente conocido en Andalucía como votante de
izquierdas o progresista, es de no ser fiel a los partidos llamados de
izquierda en aquella autonomía y, más en concreto, del PSOE-A. Sigue leyendo
Existe otra evidencia incuestionable
y es, que los votantes que se consideran de izquierdas o progresistas en Andalucía, son
bastantes más que los que se sienten de derechas. Y otra más: Que tanto las
fuerzas consideradas de derechas como las llamadas de izquierdas, precisaban que
su electorado no se quedara en casa y que de conseguirlo ambas partes, el
triunfo de la izquierda estaba garantizado.
¿Pero cómo podía mover a
los votantes de izquierdas, Nicolás, un partido que lleva en el poder 37 años
seguidos, pese a lo cual tiene unos resultados desastrosos en fracaso escolar,
en paro juvenil, en porcentaje de pobreza, en clientelismo, nepotismo,
corrupción…? Y para colmo, Dª Susana, demagoga sin igual, había dilapidado el
único "punto de programa" que le quedaba: Envolverse en la bandera
andaluza y en su fidelidad eterna proclamando “Andalucía soy yo, y el que está contra mí está contra Andalucía”.
La perdió, tras demostrar
que su querer por Andalucía ni era eterno ni su principal amor, sino que podía
más su obsesión por cruzar el Despeñaperros e instalarse en Ferraz. Así, pues,
el PSOE-A estaba incapacitado para movilizar votos de izquierdas, porque propusiera
lo que propusiera su credibilidad había llegado al punto cero. Y sólo quedaba
por saber qué cantidad de votantes podría retener movilizando a su gran red
clientelar, que se jugaba sus propias judías, y cuantos votos eran ya irrecuperables.
Y es precisamente ahí,
Nico, donde entra en juego A.A y su obligación histórica de conseguir que el
voto de izquierdas no se quede en la abstención, para que no gane la derecha,
ya que ellos y sólo ellos pueden tener la credibilidad suficiente para llevar
hasta las urnas a tantos votantes de izquierda desengañados y decepcionados.
Pero A.A lo hizo todo tan
mal, que ni adrede y bien ensayado lo podía hacer peor. Para empezar, comenzó
por resaltar que no se aliaría al PSOE-A, porque era un partido de derechas, lo
que es a la vez una gran verdad y una gran mentira. Es una gran verdad en
cuanto a sus dirigentes y la red clientelar que ha puesto a mamar de la ubre del poder y es una gran mentira, en cuanto al resto de sus votantes de base que no
maman de ninguna ubre y que eran, precisamente, los votantes ante los que
había que hacer lo indecible para que no se quedaran en casa y fueran a las
urnas. Pero cuanto mal no haría las cosas A.A, que no sólo no lograron evitar
la abstención de esos votantes sino que un 33% de los suyos de comicios
anteriores, se quedaron también en casa. Y todo cuanto se les ocurre decir hasta
ahora a los dirigentes estatales y andaluces de Podemos, ante tan estrepitoso
fracaso y de tan funestas consecuencias políticas y sociales es que “algún error habrán cometido y que lo están
analizando”
Analizando ¿qué? ¿Es que acaso no
estaba claro cómo el agua cristalina antes de la contienda electoral, que ya no
podría gobernar una sola fuerza y habría que hacerlo en alianza? ¿Es que acaso desconocía A.A que es
un principio universal que las alianzas hay que hacerlas teniendo como sujeto
básico lo que son y piensan los electores y no lo que son y piensan sus
dirigentes?
¿Y no era evidente que si
se confundía al votante socialista con los dirigentes como los confundió A.A,
había que vencer nada menos que al votante tradicional de toda la derecha, más
al millón largo de personas que, a pesar de todo, votó PSOE-A. ¿No es entonces
una utopía o ignorancia supina decir que A.A no haría alianzas con los
socialistas? Con ese postulado ya se estaba diciendo desde el primer momento
que A.A había optado porque gobernara la derecha, porque a nadie, absolutamente
a nadie, se le podía pasar por la cabeza, ni harto de vino, que A.A iba a sacar
una mayoría tan grande como para gobernar por sí misma, que era la única opción
posible, vista la política que propugnaba de no aliarse con nadie.
Con esa postura tan propia
de novatos, no podía haber un solo votante de izquierdas que pudiera llegar a
la conclusión que votar a A.A sirviera para nada. Y a fe que lo consiguieron, hasta
el punto de quedarse en casa hasta un tercio de su propio electorado.
Y, amigo Nicolás, hay
mucha gente que lo está pasando mal y en Andalucía todavía más, por lo que procedía
hacer exactamente todo lo contrario, convencer a un electorado decepcionado y descolgado
de la larga y pésima trayectoria socialista, que no se vinieran abajo, porque
A.A, que no los ha engañado nunca, tenía propuestas y alianzas lo suficientemente
útiles para mejorar su vida y demostrarles una y otra vez con tenacidad y pedagogía
hasta que lo interiorizaran, que eran propuestas y alianzas viables, siempre y cuando que los votantes de izquierda
que pensaban abstenerse fueran a las
urnas a votarles. Que no se podía perder una legislatura más, habiendo fórmulas, no sólo para garantizar que no ganara la
derecha tradicional, sino para asegurar al votante tradicional de izquierdas y
a los más humildes en general, que se podían dar pasos serios hacia adelante de
acuerdo con sus principales necesidades, prioridades y anhelos.
Hace ya mucho, Nicolás,
que hice la carta anterior y necesitaba refrescarte la memoria y ponerte en situación para que fueras
plenamente receptivo a la carta siguiente que es donde abordaré el quid de la
cuestión.
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