Pinchando debajo de estas líneas en "leer más", se pueden ver las seis cartas anteriores que le he enviado a Nicolás relativas a la despoblación.
El por qué del brutal desequilibrio ciudad-campo (Despoblación I)
Sin perjuicio de seguir comentando la actualidad, Nicolás, creo que debemos retomar lo que es entre nosotros la preocupación principal; esto es, analizar el hecho de la despoblación y exponer ideas que puedan ser valiosas para invertir la tendencia y recuperar población; todo ello, visto desde las necesidades de nuestra comarca de Molina. Y como el asunto lo vamos a tratar desde distintos ángulos y en varias cartas relacionadas entre sí, si te parece, a todas las que se refieran directamente a esta cuestión, les agreguemos la palabra: Despoblación. ¿De acuerdo?
Pues bien, vayamos ya al grano y empecemos por constatar que la despoblación del mundo rural de nuestro país, se ha producido de un modo salvaje en contraste con las democracias europeas, cuyo fenómeno fue de proporciones infinitamente menores. La causa de ese antagonismo es que, mientras en aquellas, se llevó a acabo a su debido tiempo un proceso de industrialización, que abarcó también a las áreas rurales; en nuestro país, por el contrario, se llegó tarde y mal a todos los cambios (revolución burguesa, revolución industrial, tecnificación…) y, además, salvo dignos intentos, siempre sofocados por las fuerzas más reaccionarias, nunca se tuvo la voluntad de promover la industria y el comercio en el mundo rural, a pesar de la excelente oportunidad que brindaba el contar con un campo tan rico en materias primas.
Y si las cosas venían ya torcidas, no se iban a enderezar precisamente en la época franquista, donde al amparo de un régimen totalitario, campó a sus anchas un capitalismo financiero y monopolista voraz que, entre sus estragos socioeconómicos, el mayor de todos fue la total marginación del campo, cuyo mejor paradigma lo tenemos en la Andalucía de los terratenientes, que en vez de utilizar su dinero para modernizar sus latifundios y crear empresas en su Región, incluidas las derivadas de los productos del campo, se fueron a las grandes urbes con su capital a formar parte del entramado financiero y especulativo del capitalismo de este país, empujando a los jornaleros a una emigración masiva, principalmente a Cataluña
Los resultados de una y otra política están a la vista: En Europa los únicos desequilibrios poblacionales dignos de mención, se derivan de condiciones orográficas o climatológicas muy adversas, mientras que en nuestro país, se ha quedado sin gente toda la basta superficie rural de la España interior, sin que mediaran esos imponderables físicos. En Europa se ha podido reabsorber la población sobrante que iba generando la tecnificación de la agricultura de un modo racional y sin necesidad de grandes huidas hacia las grandes urbes, mientras que en España se resolvió mediante un brutal y masivo éxodo del campo hacia la ciudad, ya que las áreas rurales no las habían preparado para ofrecer soluciones alternativas. Y, consecuencia de ello es, que seamos de una manera abismal, el país de Europa que tiene el desequilibrio poblacional más salvaje entre la ciudad y el campo.
Quizás pienses, Nico, que sobraba esta carta, que a vuela pluma te escribo, pues se que los dos coincidíamos a priori y en general, en los orígenes de la despoblación del mundo rural en España; pero si vamos a seguir hablando de ello con la profundidad y seriedad que nos proponemos, lo mejor era -me parecía a mí- empezar por refrescar los antecedentes. Seguiremos con el tema.
Por la dignidad de la vida en el campo (Despoblación II)
Me dices que compartes la anterior, pues venga: sigamos y comentemos cómo se las arreglaron para vaciar los pueblos de gente y hacinarnos a todos en las colmenas de los barrios dormitorio de las ciudades.
Tras la guerra, y según se iba tecnificando el campo, cada vez sobraba más gente en los pueblos. Y mira por donde, todo ese sobrante era mano de obra que precisaba el capital en la ciudad; de ahí que, amparados en su régimen totalitario, buscaran las maneras de acelerar el proceso de dejar los pueblos vacíos de gente, creando unas bases subjetivas alienantes que estimularan el éxodo masivo y que no se sintiera el mismo como un trauma, sino como una marcha hacia el paraíso, o casi.
Sublimaron la propaganda sobre las excelencias de la vida en la ciudad, desprestigiaron en la misma medida la vida del campo, promocionaron el seiscientos y el cutis fino como símbolos del mejor vivir y del progreso en la capital y la figura del paleto con su cara ennegrecida y curtida, como icono de ignorancia, brutalidad, incultura y de vida inferior llena de penalidades, lograron que ambas propagandas calaran en la población y, puestas las cosas así, pues nada, todos pallá, y paleto el que se quede.
Merced a esa superestructura propagandística también articulada, consiguieron al cien por cien los objetivos que pretendían de nosotros; consiguieron que superáramos sin traumas aparentes, el dejar atrás raíces, vivencias, costumbres, familia, amigos, libertad, etc. y que, como unos jabatos/as, aceptáramos con enajenada satisfacción ser almacenados en los barrios dormitorios entre enjambres de desconocidos, hacernos amigos del despertador y de la máquina de fichar, asimilar el trabajo en cadena y robotizado, asumir los agobios y los atascos con santa resignación, aprender a endeudarnos con préstamos para vivienda y coche, anhelar las horas extraordinarias para aligerar deudas y, en fin, toda una retahíla de cambios "altamente gratificantes.”
Y así fue como el mundo rural se quedó sin gente, sin posibilidades de un desarrollo paralelo al de la agricultura y, para colmo, con su dignidad pisoteada y humillada a través de una propaganda que parece que nadie dirigía, pero que por toda España corría. Y tanto caló la vejación, que parecía que no habido existido nunca agricultura ni ganadería, ya que nadie reconocía haber arado o cuidado animales, porque a quien osaba decirlo se le tildaba de paleto y ya iba apañado. Es decir, se nos llevaron a la capital a engordarles su cartera y, encima, denigraron la vida de nuestros pueblos y la imagen de sus gentes, o sea a nosotros mismos, hasta el extremo de tener que ocultar por miedo al rechazo social la procedencia de nuestras honestas y dignísimas raíces de arado y morral.
Así que, Nico, para repoblar nuestros pueblos, no sólo necesitamos planes integrales, que por supuesto, sino a la par una tarea permanente de recuperación de la dignidad y el orgullo de la vida en el mundo rural, que no es mejor ni peor que la de la ciudad, sino muy distinta y, en cualquier caso, incomparable y única para quienes nos gusta vivir en campo, que leches.
Dos opciones distintas de vida y punto (Despoblación III)
Me alegra que el cruce de dos cartas nos haya servido para ponernos de acuerdo en general sobre los antecedentes de la despoblación. Eso nos permite entrar ya en harinas y dedicarnos a comentar el panorama actual y todo lo que creamos que se puede hacer para invertir la tendencia.
Y bien, Nicolás, si hablamos de repoblación humana, lo primerísimo de todo será, creo yo, saber si existe gente suficiente que quiera vivir en los pueblos, como para que pueda ser viable un proceso de estas características.
A falta de encuestas con la pregunta concreta de: ¿Dónde prefiere vivir Vd., en la ciudad o en el campo?, que si las hay, no las he visto, me he documentado a través de..... los informes y estudios sociológicos que me han parecido más rigurosos y fiables y, asimismo, he constatado por mí mismo las opiniones y el sentir de mucha gente, y puedo asegurarte, que las tres conclusiones que aquí te expongo, están fuera de toda discusión y nos sirven para el tema que nos ocupa.
La primera, que vivir en el campo o vivir en la ciudad son, ante todo, dos opciones de vida muy distintas. Tan diferentes, que ni siquiera caben las comparaciones. La segunda, que para la gente en general son alternativas excluyentes y con la misma fuerza que cada quien defiende su opción, descarta la otra. Y la tercera, que nos hallamos en un proceso en el que decrece la atracción por vivir en la ciudad, al tiempo que la opción del medio rural va ganando terreno y recuperando dignidad; cosa lógica, por otra parte, porque la cantinela de que las grandes urbes suponían el paraíso y los pueblos el purgatorio, era tan artificial que, aunque no hubieran intervenido otros factores, el simple transcurrir del tiempo se hubiera bastado para desmontar semejante aberración.
Pero una cosa es la inclinación por una de las dos opciones y otra que las circunstancias nos permitan a todos vivir en el medio que deseamos. Quienes habitamos en el medio rural, no hay duda posible que vivimos donde queremos vivir, ya que es una opción a prueba de vocación, mantenida a contracorriente del pensar mayoritario y a pesar de las carencias en calidad de vida por la desatención política. No ocurre lo mismo, en cambio, con la gente que vive en la ciudad, en la cual, la insufrible masificación y otros factores negativos que se están agudizando, en los que ahora no entro, hace que las personas más proclives a vivir más relacionadas con la naturaleza y/o a retornar a sus raíces, se estén planteando vivir en el medio rural.
Son tendencias minoritarias, aunque significativas y en crecimiento, que de materializarse, servirían para darle un vuelco a la repoblación. Pero por ahora, es sólo una esperanza, que para transformarse en realidad necesita que esas gentes superen sus actuales condicionantes profesionales, laborales o familiares de los que no siempre es fácil desprenderse. Y por otro lado, como es lógico, que el mundo rural les ofrezca, aparte de aire, naturaleza y tranquilidad, otras condiciones dignas de calidad de vida, de las que te hablaré en la carta siguiente sobre despoblación
La emigración también puede ser otro elemento complementario que ayude a repoblar, pero sólo una parte de la misma, ya que en ellos se repite nuestro esquema, y la mayoría han venido con la idea de vivir en la ciudad, aunque vivan peor.
Forcemos la cerradura (Despoblación IV)
En ésta te hablo, Nicolás, de las necesidades básicas de infraestructuras y servicios del medio rural, que estaban guardadas en el cajón del olvido hasta la llegada de la democracia y que han continuado en ese mismo cajón hasta muy recientemente, que los movimientos de la sociedad civil que van surgiendo, han empezando a forzar la cerradura.
Pero lo más increíble de todo es, que desde la sociedad en general y desde la del medio rural en particular, tampoco hemos venido demandando esas mejoras hasta ahora. Muy por el contrario, la aceptación de que las infraestructuras y servicios eran cosa de las grandes urbes, que no del campo, se han instalado de un modo tan mecánico y enajenado en la conciencia de la gente, que nos ha llegado a parecer normal. Y peor aún: lo hemos asimilado como si formara parte de una de esas realidades universales inmutables; es decir, con el mismo realismo que asimilamos que la muerte nos llegará a todos o que amanece cada mañana.
Ni que decir tiene, que a los gobiernos nacionales y autonómicos de turno, les ha ido maravillosamente bien, ya que les permitía dejar de lado y sin costes electorales, estas obligaciones suyas con el medio rural y ahorrarse con ello un dineral, que han ido derivando hacía otras áreas con mayor densidad de población y, por lo mismo, con mayor interés electoral. Y esto viene siendo así, a pesar de los derechos constitucionales que nos asisten y a pesar de que la carta magna y las leyes que la desarrollan obliguen a las CCAA a atajar los desequilibrios en su ámbito territorial y de que se haya asignado, a tal fin, un Fondo de Solidaridad Territorial.
Los desequilibrios dentro de cada Comunidad Autónoma son, ante todo, desigualdades entre la ciudad y el campo, manifestadas de un modo más antagónico en todo el basto territorio de la España interior. Obviamente, para atajarlas o al menos paliarlas, hacían falta leyes con planes estratégicos de desarrollo rural que, sin embargo, no han empezado a ver la luz hasta el año pasado. O sea, un cuarto de siglo después de que fuera ya un mandato constitucional con una Ley Orgánica por medio y una dotación de fondos.
En resumidas cuentas, como la sociedad civil no hemos presionado y la oposición política para estos menesteres no está ni se le espera, los gobernantes de uno y otro signo se han permitido el lujo de demorar las principales necesidades del medio rural un cuarto de siglo. ¡Un cuarto de siglo, Nicolás, que se dice pronto! Esperemos que no se pasen otros veinticinco años para poner en marcha los citados planes, que vista la experiencia, así sucedería si la sociedad civil del medio rural siguiera cruzada de brazos.
Cuando te hablo de infraestructuras y servicios, Nicolás, me estoy refiriendo obviamente, a la sanidad, los trasportes, las carreteras, la enseñanza, la vivienda, las telecomunicaciones, la atención de los montes, etc.; es decir, a necesidades desatendidas políticamente, pero que son derechos imprescindibles para la calidad de vida de quienes habitamos en el medio rural y también, para disponer de una oferta lo suficientemente atractiva de repoblación, en la que además de naturaleza, aire sano y tranquilidad, podamos ofrecer unas infraestructuras y servicios dignos de nuestros días. Y con todo ello, poder competir con las ciudades en condiciones no ya de igualdad, sino de superioridad, respecto a toda esa gente que se está planteando vivir en relación con la naturaleza y/o regresar a sus orígenes. Seguiremos, con el tema, que es muy largo.
La causa es la misma (Despoblación 5)
Nicolás, me parece importantísimo tener clara la idea de que: la lucha por la repoblación humana del medio rural y la lucha por los intereses y necesidades de quienes ya vivimos en él, van tan indisolublemente unidas, que configuran una misma causa.
Te lo digo, porque de tus cartas parece desprenderse que, en cierto modo, las consideras cosas distintas, que precisan para resolverse de medidas diferentes, y también creo que interpretas, que nos estamos volcando principalmente en la repoblación humana y no tanto en resolver las necesidades de los que ya vivimos en el medio rural. Y no es así, Nicolás, porque todo va unido y todo requiere de las mismas medidas.
Así, por ejemplo, conseguir unas infraestructuras y unos servicios dignos y modernos en el medio rural, no sólo lo precisamos para mejorar la oferta con la que atraer a los nuevos pobladores, sino también para lograr mayor calidad de vida a quienes ya vivimos en el medio. Una buena sanidad y escolaridad o unos buenos trasportes, carreteras, telecomunicaciones, etc. son un fuerte instrumento para la repoblación humana, ciertamente; pero también para mejorar nuestra propia calidad de vida.
De igual modo, cuando hablamos de emplear a centenares de familias en las tareas silvícolas de bosques, estamos propiciando el incremento de población, sin ninguna duda, pero al mismo tiempo atendiendo una necesidad vital para quienes vivimos en el medio rural y para toda la sociedad, ya que los montes por las funciones que realizan son, como el agua, bienes necesarios y de interés estratégico para todos.
Asimismo, cuando decimos que se pueden crear un buen montón de puestos de trabajo en tareas municipales de conservación y mantenimiento de nuestros municipios y en torno a la creación de pequeños complejos multiservicios en los pueblos, no sólo estamos haciendo una propuesta para la repoblación humana de nuestra comarca, sino también para solucionar necesidades básicas, que redundan directamente en la mejor calidad de vida de los vecinos.
Cuando, por otra parte, se demanda especial apoyo a las iniciativas privadas, ejerciendo, incluso, la discriminación positiva para paliar o compensar las menores posibilidades de mercado del medio rural, en comparación a otros lugares, la propuesta sirve lo mismo para atraer nuevos pobladores, que para quienes ya viven aquí y quieren montar un negocio o consolidar el que ya tienen.
Y por último, todo el mundo entiende, sin necesidad de explicaciones, que recuperar población en nuestros pueblos, es determinante para la supervivencia del comercio y de todos los negocios que dependen principalmente de la demanda local.
Ya sabes, Nico, como siempre: Ante todo, no cerrar el tema en falso. Si tras estas letras sigues discrepando, me lo dices y me lo concretas bien, y si te convence lo que te explico, seguimos adelante, que nos queda mucho todavía por comentar.
Retomo el asunto, Nicolás. (Despoblación 6)
Los temas de actualidad, Nicolás, nos han hecho descuidar demasiado, lo que convinimos que sería asunto fundamental de nuestra relación epistolar: La despoblación. Nos quedamos estancados el 19 de enero en la quinta carta y es hora ya de hacer la sexta.
Recapitulando, en las cinco misivas anteriores sobre despoblación te hablé: de los desequilibrios entre la ciudad y el campo, de recuperar la dignidad de vivir en el mundo rural, de que la vida en la ciudad y en el campo son opciones muy distintas, de que tenemos derecho a que las infraestructuras y servicios lleguen al mundo rural y de que la lucha por traer nuevos pobladores y por mejorar la calidad de vida de quienes ya vivimos aquí, es la misma.
Si no recuerdas bien el contenido de esas cartas, será mejor que las repases, porque como ya te dije, cada misiva que te haga sobre la despoblación, está relacionada con las anteriores y es su continuación. Todas ellas seguirán apareciendo numeradas y ordenadas en el blog; algo así, como si hiciéramos un libro. Y todas llevarán al final del titular la palabra despoblación. Aclarado esto, creo que ya es el momento de ir adentrándonos en el meollo del asunto y pasar a comentar las medidas contra la despoblación que están puestas ya encima de la mesa.
Afortunadamente, no sólo te voy a hablar de teoría, si no también de hechos, dado que nuestra Comarca de Molina de Aragón es una aventajada, si no pionera, en elaborar, proponer y asumir un Plan Integral de Desarrollo y Repoblación Humana en su propio ámbito; algunas de cuyas medidas ya se están poniendo en marcha. Sea porque aquí el trillo de la despoblación nos da en los talones más que a nadie (1,6 habitantes por km2) o sea por más causas, el hecho concreto es, que la sociedad civil de esta tierra, a través del movimiento ciudadano La Otra Guadalajara, ha puesto ya encima de la mesa un Plan contra la despoblación, lo ha avalado con once mil doscientas firmas y ahora lucha para que todas y cada una de las medidas que contiene, se transformen en realidades.
A quienes leen este blog desde lugares más lejanos, les pongo al tanto de que al citado Plan Integral se le conoce ahora por los
once compromisos, que es como se ha dado en llamar a las once medidas que la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y su Presidente, Sr. Barreda, se comprometieron a impulsar en esta comarca ante
La Otra Guadalajara y que, en esencia, son las mismas que las contenidas en el Plan Integral del citado movimiento. Ver objetivos en
http://www.laotraguadalajara.net/.
Te desgranaré pacientemente, Nicolás, en sucesivas cartas el contenido y la importancia de ese Plan Integral u once compromisos, convencido de que no sólo tiene validez para muestra comarca, sino que tal y como yo lo veo, su filosofía puede ser muy útil para toda la España rural interior, como trataré de explicarte en la misiva siguiente.
Sobre todo, Nicolás, no te quedes con la idea de que hemos perdido el tiempo por dedicarlo coyunturalmente a la lucha anticementerio nuclear y anteriormente, al no a la explotación de las minas de uranio. Muy por el contrario, ahuyentar para siempre de nuestras tierras estos monstruos radioactivos es imprescindible, para que no se le cierre el paso al modelo de desarrollo que necesitamos y, por lo tanto, al Plan Integral para nuestra comarca.
La causa es la misma en toda la Epaña rural interior (Despoblación 7)
Te lo digo muy convencido, Nicolás: El Plan Integral de repoblación humana que se ha puesto encima de la mesa en esta comarca de Molina de Aragón, del que vamos a hablar mucho, es perfectamente extrapolable en sus rasgos esenciales a todo el basto territorio de la marginada y despoblada España rural interior. Es, pues, una motivación extra, pensar que cuando comentamos los aconteceres de esta comarca, estamos trasmitiendo experiencias que pueden ser útiles para las comarcas de Teruel, Zamora, Soria, Burgos, etc. y para las de nuestra propia provincia.
La certeza de que es así, no se basa en subjetivismos, sino en puras evidencias. La principal, que el problema de fondo, la despoblación, no afecta solamente a nuestra comarca, sino a toda la España rural interior, y la necesidad de parar el proceso e invertir la tendencia antes de que sea demasiado tarde, también es la misma en todo el ámbito. Pero hay varias coincidencias más, que refuerzan y dan solidez al argumento.
Una de ellas, y no pequeña, que las causas históricas de las enormes desigualdades entre la ciudad y el campo son las mismas y, similares son también, sus dramáticas consecuencias: éxodo masivo hacia la ciudad y dejar cientos de pequeños municipios semidespoblados y sin apenas actividad laboral.
Muy semejantes son, asimismo, en todo el anchuroso territorio del que hablamos, los rasgos orográficos, geográficos, climatológicos y antropológicos y, lo más importante de todo: su configuración en comarcas naturales. Comarcas que no son hijas de la clase política, pero sí de la historia, que es quien las ha parido y configurado como realidades naturales económicas, socio-culturales y administrativas, que están llamadas a jugar un papel determinante e insustituible en la lucha contra la despoblación, por el marco incomparable que ofrecen.
Parecidas son igualmente, las grandes carencias de infraestructuras y servicios en enseñanza, sanidad, trasportes, carreteras, telecomunicaciones… e idéntica la necesidad de recibir apoyo público suficiente para estimular las iniciativas productivas, singularmente las del turismos rural, por las potencialidades que presenta.
Para no hacer interminable el relato de similitudes y coincidencias, decirte sólo dos más: La primera, que son motivos electorales los que explican, que en más de treinta años que llevamos de democracia, la clase política no haya querido tomar en sus manos los problemas transversales y de fondo que padece toda la España rural interior. "Son pocos, apenas tiene interés electoral y, por lo tanto, la problemática rural que se joda y espere, pero sentada, que de pie se cansará", han debido pensar. La segunda, que se deriva de la anterior, es que estamos obligados, a asumir otra tarea común a todos: la de unir nuestras fuerzas en todas las comarcas, elaborar nuestras propias propuestas, elevar nuestra voz y luchar decididamente utilizando todos los derechos democráticos que nos asisten para contrarrestar con nuestra presión la falta de incidencia electoral.
Tantas y tan profundas similitudes, Nico, nos vienen a decir, que los planes de desarrollo y repoblación humana tendrán que ser bastante parecidos en toda la España rural interior. Y ello, a su vez nos indica, que trasmitir y recibir experiencias entre todas las comarcas, es un factor permanente de extraordinaria importancia. Si, además, tenemos en cuenta que, por ahora, esacasean las mismas, y tampoco contamos con referencias anteriores que pudieran servirnos de orientación, estarás de acuerdo conmigo, que cualquier experiencia que podamos trasmitir o recibir en estos momentos nos vendrá a todos como maná llovido del cielo.
.No es que haya que esperar en ninguna parte a que nos lleguen datos positivos de otros lugares para empezar a caminar; al contrario, debemos aplicarnos al pie de la letra aquello de caminante no hay camino, se hace camino al andar, que dijera Machado. Pero si, a su vez, nos vamos comunicando las experiencias positivas que vayan surgiendo, estaremos contribuyendo decisivamente a incrementar la riqueza, claridad y eficacia del proceso en su conjunto. Creo, Nicolás, que en este sentido, los aconteceres de estos últimos años en la Comarca de Molina, pueden aportar cosas interesantes a la causa común