En mi carta anterior relativa al pacto de estado, Nicolás, te hacía un esbozo sobre las características de un acuerdo de este tipo y en qué supuestos es necesario. Te decía, que la tuvieras en cuenta, para entender mejor esta nueva misiva. No está, pues, demás que le eches otro vistazo a esa carta y refresques la memoria.
Es un hecho evidente, que hasta el día 17-02-2010 nadie había puesto encima de la mesa ninguna propuesta de pacto de estado. También lo es, que desde el inicio de la crisis se ha venido actuando como antes, como si nada nuevo sucediera: El gobierno procurándose los apoyos habituales para intentar gobernar y la oposición haciendo de tal a su estilo; es decir, abroncando mucho y proponiendo poco.
Seguir con la misma política de confrontación ante un panorama que de súbito se tornó tan distinto, ha supuesto, a mi juicio, perder dos años, durante los cuales no se han asumido los deberes que la situación del país y de sus gentes demandaban; dos años sin admitir que dos crisis -la del ladrillo y la general- de tanta envergadura y consecuencias ambas-, obligaba sí o sí a hacer la política temporalmente de otra manera; obligaba a reconocer que salir pronto y lo mejor posible de una situación como ésta, no era posible desde la acción del gobierno solamente y requería dejar de lado las banderías partidistas y electoralistas y arrimar todos el hombro en la misma dirección a través de un gran pacto de estado.
La verdad, Nicolás, que el patio político aquí en España, no está para renuncias temporales partidistas y electorales, ni para la altitud de miras y espíritu solidario que requiere un acuerdo de este alcance. Por el contrario, el quehacer político desde hace varios años está impregnado de un electoralismo y un partidismo sectario que lo inunda y lo envenena todo y que se viene ganando a pulso la antipatía y el rechazo de la ciudadanía, cuya inmensa mayoría no está afiliada a ningún partido.
Aunque con decepción, la gente, mal que bien, ha ido soportando estas mezquinas maneras de hacer política hasta el estallido de las crisis, pero cuando sus consecuencias han empezado a dejarse sentir en millones de hogares, el malestar y el rechazo ciudadano contra la política de confrontación de los partidos y por no querer unir sus esfuerzos para intentar salir cuanto antes de tan devastadoras crisis, ha ido aumentando sin cesar. La magnitud de este desencanto está expresado en las encuestas, según las cuales, los partidos (se entiende que están para ser la solución y nunca el problema) son percibidos por la ciudadanía como el segundo problema del país, por detrás del paro. ¡Qué vergüenza!
Para nada comparto la opinión de quienes dicen que esta desafección política de la ciudadanía hacia los partidos es muy peligrosa y no hay que dejarse llevar por ella ¡Ya está bien de parapetarse siempre en la misma cantinela! Yo, Nicolás, me revelo contra esa indignante pretensión de coartar el libre sentir de los ciudadanos y me identificado con todos los que sienten malestar contra las fuerzas políticas por llevar dos años sin querer hacer nada a favor de un gran pacto de estado anticrisis. Me uno a esa corriente, Nico, consciente de que en esta ocasión es un rechazo cargado de razón; consciente de que es bueno y necesario que siga y aumente ese malestar hasta que haya pacto; consciente de que el malestar ciudadano es el factor determinante que ha forzado, por fin, al Presidente del Gobierno a mover ficha y proponer un pacto de estado en el Parlamento de la Nación, del que durante dos años (730 días) ni el Gobierno ni ninguna fuerza política ha querido saber nada. El jueves, Nico, te mandaré otra carta abundando en otros aspectos importantes del tema.
Es un hecho evidente, que hasta el día 17-02-2010 nadie había puesto encima de la mesa ninguna propuesta de pacto de estado. También lo es, que desde el inicio de la crisis se ha venido actuando como antes, como si nada nuevo sucediera: El gobierno procurándose los apoyos habituales para intentar gobernar y la oposición haciendo de tal a su estilo; es decir, abroncando mucho y proponiendo poco.
Seguir con la misma política de confrontación ante un panorama que de súbito se tornó tan distinto, ha supuesto, a mi juicio, perder dos años, durante los cuales no se han asumido los deberes que la situación del país y de sus gentes demandaban; dos años sin admitir que dos crisis -la del ladrillo y la general- de tanta envergadura y consecuencias ambas-, obligaba sí o sí a hacer la política temporalmente de otra manera; obligaba a reconocer que salir pronto y lo mejor posible de una situación como ésta, no era posible desde la acción del gobierno solamente y requería dejar de lado las banderías partidistas y electoralistas y arrimar todos el hombro en la misma dirección a través de un gran pacto de estado.
La verdad, Nicolás, que el patio político aquí en España, no está para renuncias temporales partidistas y electorales, ni para la altitud de miras y espíritu solidario que requiere un acuerdo de este alcance. Por el contrario, el quehacer político desde hace varios años está impregnado de un electoralismo y un partidismo sectario que lo inunda y lo envenena todo y que se viene ganando a pulso la antipatía y el rechazo de la ciudadanía, cuya inmensa mayoría no está afiliada a ningún partido.
Aunque con decepción, la gente, mal que bien, ha ido soportando estas mezquinas maneras de hacer política hasta el estallido de las crisis, pero cuando sus consecuencias han empezado a dejarse sentir en millones de hogares, el malestar y el rechazo ciudadano contra la política de confrontación de los partidos y por no querer unir sus esfuerzos para intentar salir cuanto antes de tan devastadoras crisis, ha ido aumentando sin cesar. La magnitud de este desencanto está expresado en las encuestas, según las cuales, los partidos (se entiende que están para ser la solución y nunca el problema) son percibidos por la ciudadanía como el segundo problema del país, por detrás del paro. ¡Qué vergüenza!
Para nada comparto la opinión de quienes dicen que esta desafección política de la ciudadanía hacia los partidos es muy peligrosa y no hay que dejarse llevar por ella ¡Ya está bien de parapetarse siempre en la misma cantinela! Yo, Nicolás, me revelo contra esa indignante pretensión de coartar el libre sentir de los ciudadanos y me identificado con todos los que sienten malestar contra las fuerzas políticas por llevar dos años sin querer hacer nada a favor de un gran pacto de estado anticrisis. Me uno a esa corriente, Nico, consciente de que en esta ocasión es un rechazo cargado de razón; consciente de que es bueno y necesario que siga y aumente ese malestar hasta que haya pacto; consciente de que el malestar ciudadano es el factor determinante que ha forzado, por fin, al Presidente del Gobierno a mover ficha y proponer un pacto de estado en el Parlamento de la Nación, del que durante dos años (730 días) ni el Gobierno ni ninguna fuerza política ha querido saber nada. El jueves, Nico, te mandaré otra carta abundando en otros aspectos importantes del tema.
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